Dirigida por Samuel Sebastian
(trailer), 2009
Trailer del documental "Mujeres en el camino" dirigido por Marcela Zamora y producido por Ruido Photo y El Faro.net.
por Cristina Rivera Garza
La orden de deportación que recibió Elvira Arellano el 15 de agosto de 2006 pudo haberse convertido en otro de los muchos incidentes que conforman la cruenta historia de la migración mexicana en Estados Unidos. Como tantos otros, Elvira se había internado en territorio norteamericano sin los documentos requeridos, cosa que no le impidió encontrar trabajo tanto en Oregon, donde se estableció primero, como en Chicago, adonde llegó años después ya con un hijo. Una redada entre los trabajadores del aeropuerto donde laboraba dio inicio al largo peregrinaje del que emergería como una de las líderes populares más importantes entre la comunidad hispana de Estados Unidos. Al recibir la orden de deportación, y a diferencia de muchos en su situación, Elvira Arellano se negó a regresar pasivamente a México. En lugar de hacerlo, pidió refugio en la iglesia metodista Adalberto, ubicada en el centro de Chicago, donde permaneció cerca de un año, dándole auge así al movimiento Nuevo Santuario iniciado en Illinois por el pastor metodista José S. Landaverde. Desde dentro de estas instituciones o, poco después, desde las calles de la Unión Americana o desde los espacios públicos de Tijuana, Elvira Arellano ha insistido en la urgencia de su mensaje: es necesario establecer una reforma migratoria capaz de respetar la unidad de las familias de mexicanos que se asientan, o de las familias que se forman una vez ya asentados, en Estados Unidos.
Articulada, dueña de un discurso donde el pronombre nosotros y la palabra dignidad emergen en repetidas ocasiones, Elvira Arellano no recurre a ningún tipo de sentimentalismo para expresar una y otra vez la serie de condiciones que la llevaron de ser una trabajadora manual en distintas empresas norteamericanas a una activista social que se dirige por igual a la comunidad hispana como a los miembros de los parlamentos de los dos países implicados. En control, apelando a la grandeza de su fe y la solidez de su espíritu de lucha, la voz de Elvira Arellano ha puesto en evidencia, por una parte, la compleja realidad de las familias migratorias, especialmente la frecuente y forzada separación de padres e hijos, así como el activo papel de la iglesia en el surgimiento de un movimiento que ofrece el espacio eclesiástico como un refugio para migrantes amenazados por la deportación.
Como antes lo hicieron ya con mucho éxito las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, Elvira Arellano ha utilizado estratégicamente un concepto de maternidad social para convocar tanto a los ciudadanos como a sus representantes en el Congreso para que aprueben una reforma migratoria capaz de velar por los derechos no sólo de los trabajadores sino también de las familias de las cuales forman parte. Sin oponerse al Estado, pero sí conminándolo a cumplir sus funciones como protector del bienestar y de los derechos de sus constituyentes, Elvira ha apelado a su condición de madre y de integrante de una familia para legitimar su lucha. De hecho, las imágenes fotográficas de Elvira incluyen típicamente la presencia de su pequeño Saúl, quien la acompaña tanto en escenas de intimidad familiar como en la arena pública de las marchas y las iglesias. Así, valiéndose del papel tradicional de la mujer, Elvira Arellano ha sido capaz de traer a la luz una verdad que, por obvia, suele pasar inadvertida: que la migración actual no se compone únicamente de esos varones solos que, en su búsqueda de empleo, dejan a sus familias atrás. Para que pueda reflejar la complejidad del fenómeno migratorio de nuestros días, a esa imagen convencional habrá que añadirle ahora, gracias a la lucha de Elvira, los rostros de las muchas mujeres de la clase trabajadora que cruzan la frontera ya para reconfigurar sus propios núcleos familiares en el nuevo territorio o ya para iniciar, puesto que se encuentran en edad reproductiva, sus propias familias. Tal fue el caso, de hecho, de la propia Elvira, quien concibió y dio a luz a Saúl, su único hijo, en Estados Unidos. La separación de Saúl, una posibilidad que Elvira continúa describiendo como injusta y, además, como antinatural, ha constituido la base de su rechazo a la deportación.
Como los primeros sublevados que desde el norte del país echaron a andar la Revolución mexicana de 1910, Elvira Arellano también ha afirmado atender las leyes de Dios, no las de los hombres y sus gobiernos, en su búsqueda de un trato justo y digno para las familias migrantes. Es una ley más alta a la que se atiene –eso lo ha afirmado varias veces. Como aquellos que, al seguir a Santa Teresa de Cabora, abrazaban la fe y, en base a esa fe, desconocían al gobierno, Elvira Arellano pide que “lo que ha unido Dios, no lo separe el hombre”. De esta manera Elvira forma parte y prosigue con una larga tradición de lucha que se legitima a través de la apropiación popular del discurso religioso. Acaso por eso resulte lógico que haya optado por el suelo sacro de la iglesia para, desde ahí, lanzar su llamado social.
Pero cuando Elvira dejó los perímetros de la iglesia metodista de Chicago para participar en varias marchas a lo largo de California, ni el discurso de la maternidad social ni el de la religión popular fueron suficientes para detener la acción de los agentes de migración que la detuvieron el 19 de agosto del 2007, en Los Ángeles, California, justo en las afueras de la iglesia de la placita Olvera. Era ya de noche cuando Elvira llegó a Tijuana y, desde ahí, a unos pasos de los torniquetes por los que esta mujer nacida en 1975 regresaría a su país de origen, repitió su mensaje: no descansará hasta lograr la reforma migratoria que garantice la unidad de las familias migrantes.
Elvira Arellano no se ha quedado callada mientras eso sucede. De su paso por Tijuana, queda ya la Casa Refugio Elvira Arellano –una organización que acoge a mujeres deportadas de Estados Unidos mientras logran ponerse en contacto con sus comunidades o consiguen ayuda para reconstruir su vida. En funciones desde el 16 de diciembre de 2007 y ubicada en el centro de la ciudad fronteriza, la Casa Refugio provee este santuario secular sobre todo a las mujeres que, por ser deportadas de noche, corren más riesgo. Además de haber tenido audiencias con presidentes y de haber encabezado manifestaciones masivas, Elvira Arellano también se ha postulado como candidata a puestos de elección popular en su país de origen. Del otro lado del silencio que cierra las bocas de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, aunque en la misma línea fronteriza, Elvira Arellano mantiene intacta su voz para insistir en que el Estado no puede separar lo que une la sangre, la tradición, la comunidad. ~
publicado en Letras Libres
Josefa Castro, Königswinter
Laura Seara, directora general del Instituto de la Mujer, intervino el pasado 11 de abril en la ‘Conferencia de la Mujer’, organizada por la Coordinadora Federal del Movimiento Asociativo en Alemania, celebrada en Königswinter, donde habló del rostro femenino de la emigración en cincuenta años de historia. La ex diputada gallega, elegida por la ministra de Igualdad, Bibiana Aido, para dirigir el Instituto de la Mujer en enero de 2010, comenzó refiriéndose a su relación familiar con la emigración. “Soy nieta de un exiliado económico y de un exiliado político, que se tuvo que escapar de España a los dieciocho años”, dijo.
El movimiento migratorio hacia Europa, que comenzara hace ya más de 60 años en España, en un momento en el que la gente se encontraba en “una situación límite”, con una dictadura atroz y una situación económica precaria, afectaría a muchas familias españolas, “desde luego, a la inmensa mayoría de las gallegas, extremeñas y andaluzas”.
Seara hizo un repaso histórico de la emigración española, centrándose especialmente en la situación de los que emigraran a Alemania, un país entonces destrozado por la Segunda Guerra Mundial, que necesitaba ser reconstruido y buscaba mano de obra eficiente para sus industrias emergentes. Pero no habrían sido sólo las necesidades económicas las que habrían movido a emigrar a los españoles y españolas; muchos se habrían ido también huyendo de la opresión del franquismo, un hecho a tener en cuenta, “tenemos que tener memoria, algo muy importante si queremos ir avanzando”, y recordó que la historia de España reciente “está marcada por un episodio sangriento”, que habría tenido mucho que ver con los movimientos migratorios de la postguerra.
De este éxodo migratorio hacia Europa en la segunda mitad del siglo XX, destacó la emigración de las mujeres solas que buscaban libertades democráticas y oportunidades laborales o querían realizar estudios en el extranjero, como está pasando también ahora, pero que en aquel momento en que las mujeres carecían de derechos de igualdad, habían sido un referente para muchas mujeres oprimidas, “creo que precisamente Alemania fue un país que recibió a muchas españolas que emigraban solas”, comentó, mencionando que la situación de aquellas españolas que llegaban a Alemania entonces con pasaporte de turistas para buscar trabajo, –o a otros países receptores de emigrantes–, tenía un paralelismo con la situación de las “ilegales” o “sin papeles” de hoy en España.
En ese contexto, mencionó un libro de Flora Tristán, en el que la escritora y feminista francesa narra cómo en el siglo XIX a las mujeres que viajaban solas se las consideraba sospechosas y de malas conductas. Tradicionalmente, los que emigraban eran los hombres; entre 1962 y 1972, el 79% del contingente migratorio fueron hombres y sólo el 21% mujeres, ya que ellas, que “siempre fueron, y aún siguen siendo, las grandes cuidadoras” de los hijos, padres y parientes mayores, se quedaban en España. La dictadura favorecía esta permanencia de las mujeres, que garantizaba la entrada de divisas en el país y la atención familiar. Cuando seguían a sus maridos para reagrupar a la familia, esa “emigración de acompañamiento”, les restaba todo protagonismo.
Seara se refirió también a la situación de injusticia en la que se encontraban hasta hace muy poco las mujeres del sector agrario, que durante los años de ausencia del marido emigrado trabajaban las tierras de la familia, y que luego se encontraban sin ningún derecho, ya que la titularidad correspondía solamente al hombre. Con el actual derecho a la titularidad compartida, informó que se reconoce el trabajo de las mujeres rurales, que pueden darse de alta en la Seguridad Social y percibir ayudas y subvenciones.
La joven responsable del Instituto de la Mujer en Madrid reconoció a las mujeres españolas emigrantes en Alemania y en Europa sus méritos, por haber sido ellas, principalmente, las que mantuvieran la lengua y la cultura de origen en la emigración, transmitiéndosela a sus hijos, y las que, superando dificultades de todo tipo, mantuvieran unida a la familia. Al mismo tiempo, impulsaron las primeras redes sociales, que habían tenido un papel importantísimo en la emigración y servido de referencia para otras migraciones, y todo ello desde la retaguardia, ya que eran los hombres los que casi siempre ocupaban los puestos en las directivas, “y os voy a decir porqué, porque en esa posición son interlocutores directos con las instituciones” y a la hora de repartir poder “siempre están dispuestos”, espetó.
Luego se centró en los cambios que tras la Transición modificaron ya para siempre los comportamientos en la sociedad española de los hombres y las mujeres, y recordó que desde 1978 la Constitución prohibía cualquier discriminación por razón de género.
Desde la llegada de Felipe González al Gobierno en 1982, no se habría dado ningún paso atrás en el avance hacia la igualdad, “pero el camino que aún nos queda por delante es inmenso”, reconoció, hasta que esa igualdad que se tiene por derecho sea efectiva, y mencionó desigualdades que todavía se observan, por ejemplo, dijo que en los medios de comunicación sólo un 7% de mujeres ocupaban puestos directivos.
Seara abogó por la participación social y política de las mujeres, también en la emigración, y se refirió a la paridad del actual Gobierno. Así pues, mencionó como principales avances hacia la igualdad total, la creación del Instituto de la Mujer en 1983; del Ministerio de Igualdad, hace dos años; la aprobación de la ‘Ley integral contra la violencia de género en 2004’, la primera en Europa; la ‘Ley de Igualdad efectiva entre el hombre y la mujer’, de 2007, y la ‘Ley de Dependencia’ de 2006 que apoya a las mujeres que hagan una pausa laboral para cuidar a familiares enfermos dependientes, ley que se proyecta implementar hasta 2014, según informó. Finalmente, se refirió a la reciente regulación de la ‘Ley del aborto’, que provocó un debate público sobre su legalidad, y del que Seara comentó que en ese debate se había cuestionado “un derecho que se tenía hace muchos años”
Josefa Castro, Remscheid (de Crónicas de la Emigración)
Ángela Peramato es hija de emigrantes. Hasta los 18 años vivió al lado de sus abuelos en España. Al terminar el Bachillerato se reunió con sus padres y comenzó a estudiar en la Universidad Ruhr de Bochum, donde se licenció en Psicología. Está casada, tiene dos hijos y trabaja desde hace 26 años como psicóloga clínica en el Hospital Psiquiátrico ‘Stiftung Tannenhof’ de la ciudad de Remscheid. Por su trabajo y por su historial migratorio, se interesa especialmente por la situación de las mujeres emigrantes y, con frecuencia, ofrece ponencias sobre este tema en seminarios y ciclos de conferencias orientados a la mujer en Alemania y otros países de Europa.
Pregunta. ¿Cuál es la situación de las mujeres emigrantes en Alemania?
Respuesta. Yo creo que hay que diferenciar entre las edades de las mujeres, la situación y el contexto familiar y socioeconómico en que vivan o atraviesen. Pienso, además, que hay diferencias según la nacionalidad y la educación. Hay grupos de mujeres emigrantes de ciertas culturas que tienen problemas específicos que otras mujeres provenientes de otros países no tienen. Me refiero, por ejemplo, a las mujeres musulmanas, a las africanas, a las suramericanas y a las mujeres que proceden de países del este de Europa, que tienen problemas de desplazadas, refugiadas o repatriadas, que no tienen las mujeres emigrantes españolas y de otros países del sur mediterráneo de Europa; son contextos culturales completamente diferentes. Los problemas de las mujeres merecen ser estudiados con atención. No obstante, es importante hacer un llamamiento a reconocer la dignidad de todas las personas emigrantes y a desterrar todo sentimiento de xenofobia, exclusión o desprecio al extranjero.
P. Es opinión generalizada que las emigrantes, en general, tienen más problemas y sufren más enfermedades de tipo psicosomático que las demás mujeres, ¿comparte esa opinión?
R. No. La persona emigrante es, en general, por su propia condición, “fuerte innata”. Incluso después de padecer fases de inseguridad críticas y duras, como muchos humanos experimentan en la vida, no se enferman así como así. Quiero dejar constancia de que la emigración está llena tanto de oportunidades como de incertidumbres. En Alemania hay varios estudios empíricos y experiencia clínica que indican que el índice de personas españolas enfermas de tipo psicosomático u orgánico es mínimo, comparado con otras nacionalidades, y también cómo la mujer emigrante española aprovecha la emigración como un derecho y una posibilidad para su desarrollo humano.
Lo que ocurre es que los emigrantes corremos el riesgo evidente de que se realicen hipótesis inadecuadas de la realidad, vinculando algunos hechos a la crisis de las sociedades de acogida, pero en el fondo, las mujeres emigrantes han formado mecanismos de defensa que las personas no emigrantes desconocen. Repito, son las más fuertes. Las enfermedades que puedan manifestar a lo largo de su vida por estar en un estado de sobrecarga psíquica y física duradera, son una reacción normal y generalmente pasajera.
P. ¿Qué factores pueden influir en que esas sobrecargas de las que habla terminen afectando a la salud de las mujeres que las sufren, a pesar de su fortaleza?
R. En general, las mujeres creemos que tenemos que funcionar siempre a la perfección en varios frentes al mismo tiempo y tendemos a no escuchar las señales que nos envía el organismo cuando experimentamos sobrecargas prolongadas, sobre todo, de tipo psíquico. La propia personalidad y la educación recibida, entre otros factores, nos impiden exteriorizar, en muchos casos, lo que vivimos o lo que sentimos, pero también hay una predisposición genética y una presión social. Las mujeres, y los seres humanos en general, que no exteriorizan sus emociones negativas, como, por ejemplo, la tristeza, la rabia o la vergüenza, y no quieren o no pueden –en la mayoría de los casos es una mezcla de ambos sentimientos–, dar una imagen deteriorada hacia el exterior, por el motivo que sea, esforzándose incansablemente en demostrar, “que todo va en pompas”, albergan y acaban desarrollando ese tipo de enfermedades. También hay acontecimientos biográficos que ubican a las personas en un estado de excepción y favorecen el que puedan contraer una enfermedad psicosomática. Me refiero a pérdidas, como la muerte de un hijo o del cónyuge, al divorcio, que es uno de los acontecimientos vitales que más estrés produce a la pareja o a la familia si hay hijos, a la pérdida de trabajo, a la jubilación, o la pérdida sistemática, y a veces irreparable, de la autoestima en las víctimas de violencia de género o doméstica, tanto psíquica como física.
P. En la actualidad viven en Alemania bastantes mujeres españolas mayores que no retornan, o no se deciden a retornar todavía, ¿qué dificultades específicas tienen y qué les aconsejaría?
R. Creo que éste es el caso de las que viven en parejas mixtas, casadas con hombres alemanes o de otra nacionalidad, o de las viudas, las separadas o las divorciadas, que dominan el idioma alemán y se desenvuelven bien en Alemania. Estas mujeres suelen tener las mismas dificultades específicas y los mismos recursos que las mujeres alemanas que viven en idéntica situación.
Otro caso y otros problemas presentan las mujeres españolas casadas con españoles que se van haciendo mayores y que, después de haberse establecido en este país de acogida, tienen que tomar de nuevo la decisión de cómo encauzar su vida cuando lleguen a la jubilación. Este capítulo supone un nuevo quebradero de cabeza para ellas, sobre todo bajo el aspecto del paradero definitivo, que les pone de nuevo ante la elección: regresar a España o quedarse en Alemania. Es un problema de ambivalencia y de prioridades.
Un factor importante que dificulta en muchas ocasiones la decisión del retorno es el hecho de que la mayoría de los padres emigrantes dejan aquí a sus hijos y nietos, por lo menos a una parte, y es sobre todo la mujer la que tiene menos claro si regresar o quedarse.
Los hombres, generalmente, por lo que yo he observado y observo en mi trabajo, apuestan por la opción del retorno, sobre todo si tienen una casa en su pueblo o en algún lugar de España, pues al jubilarse ven su meta alcanzada y quieren regresar a sus raíces y a descansar.
A las mujeres les resulta más difícil dejar aquí a sus hijos y nietos, a los que, quizás por haber vivido el fenómeno de la emigración, están afectivamente más unidas y con los que, según ellas describen, tienen vínculos más fuertes que si se hubieran quedado en España y hubieran vivido en el seno de la familia de origen completa. Este aspecto es muy interesante. La decisión es muy difícil y erosiona a veces la cohesión familiar. En estos casos, una posible estrategia digna en nuestro ámbito emigrante familiar es el compromiso, si la salud, la movilidad, y las opciones económicas lo permiten. La solución ideal sería –dicen muchas mujeres–, el poder pasar unas temporadas en España y otras en Alemania. Familias españolas que aplican este modelo, describen este acuerdo como excesivamente apremiante.
P. Pero llegará el momento en que no puedan ir y venir. ¿No supone esto un nuevo conflicto?
R. A menudo se encuentran soluciones espontáneas y satisfactorias, dependiendo de los recursos disponibles en el entorno, también la vitalidad, con sus límites, nos muestra el sendero. El sueño de la mayoría de los emigrantes coincide con el sueño de la mayoría de las personas humanas y consiste en vivir el máximo tiempo posible integrado emocionalmente en su propia familia y tener también, fuera de la familia, relaciones amistosas satisfactorias.
Los emigrantes que han pasado en Alemania muchos años, han realizado una socialización. ¿qué quiere decir ésto? Pues que, aparte de los hijos y nietos, aquí tienen también amigos, vecinos, compañeros de trabajo, tienen su médico de confianza, en resumen, una red de contactos sociales en la vida cotidiana que les proporcionan seguridad, y tienen, además, una gran escala de valores.
En España les quedan hermanos y sobrinos, a algunos, los menos, les quedan los padres, todo esto unido a veces a una gran porción de idealismo, nostalgia y lealtad. Pero el decidir dónde pasar el último ciclo de la vida, supone tener aclarado el tema de los sentimientos y el tema cognitivo de las redes de apoyo social. Aquí está el dilema y la gran incógnita de tener que ir, posiblemente, en un periodo determinado de la vida a un asilo allí, o quedarse en un asilo aquí. Una señora española me decía hace poco: “Cuando se vive entre dos países se está continuamente comparando, analizando lo útil y lo que debemos abandonar”.
La primera generación de emigrantes creo que no se lo planteó tanto; con la meta de la jubilación alcanzada, sin tanta evaluación, generalmente, regresó. Hablando con mujeres y hombres españoles retornados, he descubierto que el retorno para los hombres fue, en la mayoría de los casos, una decisión acertada, pero algunas mujeres lo describen como un error, porque han tenido graves problemas de adaptación y, entre otras cosas, se ven en un estadio de retroceso después de varios años de autonomía. ¡No dejamos de aprender!
P. ¿Qué necesidades tienen las emigrantes españoles mayores en Alemania, desde la perspectiva de su profesión de psicóloga?
R. Con excepción de las que desconocen el idioma alemán y necesitan atenciones especiales con ayudas específicas en su idioma materno, lo que requiere un análisis de concienciación que contribuya a iniciar un proceso de ayuda eficaz, diría que las emigrantes españolas tienen las mismas necesidades que las mujeres nativas, exceptuando, actualmente, la decisión del retorno.
Yo creo que este último periodo de vida, que es la vejez, es un periodo en el que las personas humanas necesitan contactos sociales, necesitan actividad, necesitan sobre todo compañía, y no es un fenómeno sólo típico de la emigración española en Alemania o en Europa, sino que es un problema de la vejez en general, más acentuado en los emigrantes que viven aislados e incomunicados.
P. Actualmente, se habla de las ventajas de las relaciones intergeneracionales. ¿Cree que la participación activa de la persona mayor en la sociedad es posible?
R. Es posible y es sin duda un enriquecimiento recíproco. El crecimiento demográfico exige y obliga ya a elaborar nuevos conceptos que se van consolidando lentamente. El problema que se observa y plantea hoy en estas estructuras es cuando, con los años, las personas mayores comienzan a perder facultades mentales y físicas.
Convivencia intergeneracional significa responsabilidad, sensibilidad interpersonal y apoyo mutuo. Atender adecuadamente, en un momento concreto, a estas personas mayores significa, en este caso, buscar apoyos. En Alemania existe la intervención psicosocial ambulante que se va incorporando en el proceso. Mi experiencia clínica me permite expresar que cuanto más tiempo estén los mayores entre jóvenes o en un ambiente social activo y cronológicamente heterogéneo, más tiempo se complementan y enriquecen ambos grupos. El reforzamiento positivo de estímulos emotivos contribuye, sin duda, a mejorar su salud mental y física, y aunque llega un momento en el que la edad es la que decide, hasta entonces se ve ya que la convivencia intergeneracional se puede practicar con éxito.