10.23.2008

Migración y prostitución en Chiapas

EDUARDO GONZÁLEZ VELÁZQUEZ

Uno de los peligros que corren las mujeres migrantes en su paso por México rumbo al “sueño americano” es caer en las redes de la prostitución y las bandas de trata de personas; las migrantes son atrapadas por una economía criminal que todos vemos y que las autoridades se empecinan en ignorar. En este contexto de prostitución y migración no hablamos de las migrantes mexicanas, que desde luego sufren con un empleo mal remunerado en Estados Unidos, nos referimos aquí a las miles de mujeres centroamericanas que quedan detenidas por la vorágine de la prostitución en nuestra frontera sur. Nos referimos a las migrantes guatemaltecas, hondureñas, salvadoreñas y nicaragüenses que alimentan los prostíbulos que abundan en el corredor fronterizo del sur de nuestro país que va de Comitán hasta Ciudad Hidalgo, pasando por Frontera Comalapa, Motozintla y Tapachula. No importa si el pueblo es chico o grande, en las llamadas “zonas de tolerancia” abundan las mujeres centroamericanas, una parte de ellas son menores de edad. Estas mujeres no solamente son obligadas a prostituirse, sino que a lo largo de la jornada nocturna deben beber la mayor cantidad posible de cerveza junto a los “clientes” para recibir un pago extra; asimismo, consumen droga para cortar el efecto del alcohol. Para muchas mujeres, la cerveza que beben, que en ocasiones llegan a ser más de 15 botellas por noche, se convierte en la principal fuente de “alimento”.

El corredor fronterizo se ha transformado en el fin del sueño migratorio de las mujeres centroamericanas; cada día crece más el número de las sexoservidoras extranjeras que desplazan a las mexicanas porque su cobro es menor y su exigencia laboral también. Se significan como el negocio perfecto: poco sueldo, 150 pesos por 15 minutos de contacto sexual con el cliente, de lo cual les quedan 50 pesos; no cuentan con ningún tipo de prestación social; aportan una amplia facturación al dueño del prostíbulo. Muchas de estas mujeres entran y salen de nuestro país sin problemas migratorios.

Sólo basta recorrer los 350 kilómetros entre Comitán y Ciudad Hidalgo y hacer las paradas en los prostíbulos y centros botaneros de la región para constatar el jugoso negocio que comparten las bandas de tráfico de mujeres y las autoridades de todos los niveles de gobierno. Sólo así uno se puede explicar que este “negocio”, que rebosa sexoservidoras extranjeras ejerciendo su labor “sin papeles”, puedan vivir incluso a las afueras de las ciudades o en la planta alta de los burdeles hacinadas en cuartos de 12 metros cuadrados sin que ninguna autoridad las moleste. Incluso las redadas que monta la policía municipal o la Secretaría de Salud parecen ser “ejercicios programados” donde las autoridades nunca encuentran nada: ni droga, ni menores de edad y menos mujeres extranjeras laborando en la ilegalidad.

Peligrosamente, hoy en día la frontera México-Guatemala, en lo que respecta al estado de Chiapas, se ha convertido en uno de los corredores de prostitución más importantes de América Latina. Son miles de mujeres explotadas y no existe dependencia de gobierno que quiera o pueda detener este flagelo. El binomio migración-prostitución es una de las caras más tristes del fenómeno migratorio en nuestro país.

Mientras los gobiernos de la República y del estado de Chiapas, así como las autoridades municipales, no hagan algo por terminar con la vida miserable a la que son sometidas las mujeres centroamericanas en el sur de nuestro país, el “negocio” de la prostitución, del cual reciben ganancias diversas autoridades, no se detendrá. De no hacer nada por terminar con esta dura realidad, el gobierno federal de Felipe Calderón y el estatal de Juan Sabines serán culpables de esta tragedia, al menos por omisión.

No hay comentarios: