10.23.2008

El siglo de la migración

Ningún humano es ilegal
FERNANDA NAVARRO

Curiosa manera de acuñarse tienen ciertos términos. En los 70, uno de los más destacados fue el de desaparecidos, que se extendió por el Cono Sur a raíz de las sangrientas dictaduras militares. Hoy, migrantes es uno de los que más resuenan, recorriendo varias latitudes geográficas hasta alcanzar un nivel casi global, por abarcar a todos los transterrados del orbe.

Para nosotros latinoamericanos, estas figuras duelen, muerden la conciencia, pues a pesar de que el desarraigo no tiene la misma contundencia que la desaparición, algo conlleva de tragedia y de calvario.

En lo referente a los migrantes, en México cuando menos, al principio no teníamos muy claro eso de los prefijos: que si emigrantes o inmigrantes, cuando en realidad encarnan ambos. Emigra quien se siente expulsado de su país –y sin salida– por razones de miseria extrema y una ausencia total de horizontes de trabajo y de vida. Emigra con el fin de inmigrar: introducirse, penetrar, pisar otras tierras que imagina más prometedoras y ensoñadoras, aunque extrañas. Y lo imagina y desea con tanta fuerza como Don Quijote a la desaliñada Aldonza Lorenzo –con todo y su olor a ajo– hasta convertirla en Dulcinea y fijarla para siempre en el zodíaco literario de España. ¡Ah! ¡La fuerza de la imaginación!

Esta misma fuerza se advierte en los migrantes. La imaginación les presenta paraísos de bonanzas, imágenes de éxito y manecillas de un reloj más allá del calendario, como si se tratara sólo de una cuestión transitoria, de unos meses o de unos cuantos años a lo sumo, al final de los cuales todo volverá a su lugar, con la pobreza trocada en abundancia. El regreso triunfal al terruño estaría garantizado.

Con ese imaginario son capaces de abandonar patria, pueblo, familia y paisaje, ése que los vio nacer, el único donde se hallan, aunque mientras quede deshabitado, reducido a fantasma. Sabemos que hay otros ingredientes y que el escenario es más complejo. No se puede soslayar la materialidad, el peso del Capital y su ‘lección’ introyectada en corazones y mentes de los de abajo y los de arriba: a saber, que en este mundo todo lo que vale se compra y se vende y quien no tiene lo suficiente para ser, no existe; porque para ser hay que poseer. Y para lograrlo, el migrante es capaz de arriesgar incluso su ser, en el camino: desafiando –¡bravos!– al río, al desierto, a los trenes sin oxígeno...para después perderse en la clandestinidad (en el caso de los indocumentados). Algunos pierden hasta el nombre, pero todos pierden la lengua, el idioma. Todos sufren una fractura interna que se va resquebrajando cada vez más, al ir adoptando palabras del spanglish cuya fonética apenas encuentra referentes conocidos, donde significante y significado no se articulan y la afirmación se vuelve balbuceo. Y si tenemos presente la relación indisociable que hay entre pensamiento y lenguaje, nos asalta la gravedad del tartamudeo existencial que esa fractura provoca. Lo que pasa es que esa realidad es invisible. No se ve a simple vista. Se proyecta a veces en las conductas, en la contradicción interna, cuando las ganas de maldecir se ven opacadas por la necesidad de adaptarse y de ser aceptado... cuando se dan cuenta de que allá la chingada no tiene traducción.

La cacería de migrantes

Hasta aquí hemos señalado generalidades de todos conocidas. Pero a partir de marzo del 2005, surge una realidad no contemplada, no imaginada: el Minuteman Project, un operativo con toda una historia de racismo rampante, que se ha puesto en marcha en Arizona y que consiste abierta y descaradamente en cazar migrantes “convertidos en criminales y narcotraficantes” según miembros de la organización de voluntarios civiles, con armas de alto calibre y licencia para usarlas que tienen planeado tender un cerco humano de más de 1,400 personas. Su equipo consta de 16 avionetas, celulares, binoculares para “defenderse de la invasión de migrantes sin documentos.”

El silencio oficial de ambos gobiernos

Y mientras tanto, las autoridades de uno y otro país se desentienden.
Con todo cinismo se atreven a declarar, como lo hizo el director de Protección y Asuntos Consulares de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Miguel Gutiérrez Tinoco, que “la caza de migrantes que realizará Minuteman Project no afectará las relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos. Está a salvo”. Agregó que no tiene trascendencia, porque el operativo es producto de la actitud xenofóbica de un grupo de particulares y no del gobierno del vecino país. Por su lado, el 3 de Abril se publica en algunos diarios mexicanos que la Secretaría de Gobernación dio a conocer que se “reforzará el grupo Beta (de protección) en la frontera Sonora-Arizona con 8 agentes más (!!!) en estos momentos en que se ha declarado abiertamente la guerra a la inmigración. Y por el lado del norte, la Border Patrol anticipó que no interferirá en las acciones de la agrupación racista. Pero el problema siguió creciendo con el tiempo. Hoy, además, tenemos el gran muro de la ignominia que separa nuestras geografías.

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