Rodada en Tijuana, Una pared para Cecilia aborda los cambios de rol en la mujer y el fenómeno de la migración a través de un niño de diez años.
Mujeres fuertes y cuadros cuidados, son rasgos que definen el cine de Hugo Rodríguez. A partir del relato Un poco más de amor de Paula Markovich, el director filma Una pared para Cecilia, cinta que narra la historia de una artista que intenta adoptar a un joven que deambula solo por las calles de Tijuana. El episodio sirve como pretexto para que el realizador reflexione sobre la maternidad y la independencia femenina.La historia de Paula Markovich original no se ubicaba en Tijuana, fue decisión suya llevarla para allá, ¿por qué?
Cuando conocí la historia yo estaba dando clases en Tijuana, para entonces ya tenía el plan de hacer algo con mis alumnos, de modo que cuando leo el trabajo de Paula se me ocurrió adaptarla en la frontera. Además eso le aporta una carga simbólica a la película. El resultado habría sido distinto de haberla realizado en otro lado, porque el filme está impregnado de ese ambiente y del fuerte movimiento de arte callejero que hay por allá.
No es nuevo su interés por personajes femeninos sólidos, ¿de dónde viene la inquietud?
Estamos en un punto donde no sólo está cambiando el rol de la mujer dentro del esquema productivo de la sociedad sino que también estamos viendo revisiones y replanteamientos de sus necesidades a nivel personal. Hasta dónde la maternidad, el desarrollo profesional y demás, compiten con las necesidades internas que tiene una persona, en este caso las mujeres. El mundo no sólo está cambiando a nivel tecnológico, ni de utilización de recursos, sino también en nuestra cabeza.
Es curioso ver cómo Cecilia asume roles que estamos acostumbrados a ver en hombres…
Cada vez es más normal encontrarnos con mujeres que toman la iniciativa cuando algo les interesa y ver cómo dejan a la saga a los hombres. Son estereotipos que cada vez van cambiando más.
¿Cómo trabaja con las actrices?
Siempre tengo sesiones de lectura en las que trato de dejar muy en claro cuáles son los objetivos de la película. No ensayo, rara vez paro a mis actores en la lectura y hacemos una escena, aunque en este caso sí lo hice porque los niños nunca habían actuado. Me gusta que los intérpretes entiendan bien cuál es el rol del personaje y que luego me propongan. Les digo “¿te sientes cómodo ahí o prefieres llegar por acá? ¿Prefieres ir a tomar un vaso de agua?” Les doy esa facilidad, prefiero que se muevan por donde quieran dentro de su espacio. Acomodo la cámara en función de la escena.
Plantea de manera conjunta el tema de la maternidad y de la independencia. Por ejemplo, Cecilia quiere tener un hijo con o sin pareja…
Claro, lo dice en uno de los performances que aparecen en la película. Una mujer hoy puede cuestionar muchas cosas pero finalmente termina repitiendo casi los mismos esquemas: se vuelve posesiva, celosa, dominante. Trata de ser dominante respecto a este niño, que pasa del rol de ser casi un hijo a algo parecido a una relación de pareja. Me gusta desacralizar el rollo de la maternidad porque ahí las mujeres muchas veces depositan todas sus frustraciones y sus deseos incumplidos. Todos somos hijos y estamos acostumbrados a cargar con esas cosas. Es interesante como los conflictos internos de la madre participan en la maternidad. Otro de los objetivos de la película era hacer una subversión del concepto tradicional de madre y en concreto de la madre moderna.
¿Por qué intercalar performances a lo largo de la historia?
Era importante dejar en claro que se trataba de una artista callejera, por eso diseñé esas piezas junto con Tania Candiani, además me servían para mostrar algo de lo que trae el personaje en la cabeza. Cada uno de los performances está ubicado en un lugar donde, creemos, tiene sentido y aporta un segundo discurso respecto a lo que la película. En el último quisimos hacer una variante que no se si queda tan clara, mientras que con los primeros cuatro no hay certeza sobre si en verdad existen en el mundo real o suceden dentro de su imaginación, el último viene a ser su primera gran obra. Cecilia crece como artista a partir de la relación con Rafael.
Otra variable es la migración pero de Estados Unidos a México, cuando estamos acostumbrados a verla a la inversa…
Pero es real. El mexicano de pocos recursos va y cruza Estados Unidos creyendo que el mundo allá es maravilloso y no, hay un montón de gente que vive en condiciones lamentables. Quisimos hacer una inversión del estereotipo o arquetipo tradicional, por eso el gringo aparece con la fisonomía del mexicano común y la mexicana en este caso es güerita.
¿Cómo trabajó la fotografía?
Siempre buscamos el lenguaje apropiado y la estética que funcione para la historia. Con base en eso Érika Licea, fotógrafa y productora y yo, empezamos a diseñar cómo queríamos que fuera la narración general. Nos basamos en el anime japonés. Después trabajamos esos elementos en el set y buscamos los mejores encuadres. Jugamos mucho con simetrías, con líneas paralelas en vez de fuga, aunque de repente corta con fugas muy marcadas, experimentamos con los colores para la composición de cada toma, en fin, somos muy cuidadosos a la hora de poner la cámara y componer el encuadre. Realmente podemos tardar mucho en la construcción.
Carlos Jordán
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