El mundo vive intensos movimientos poblacionales. Hombres y mujeres, niños, jóvenes y adultos se desplazan de unos lugares a otros, entre continentes, países y al interior de cada país. Esta es, en efecto, la era de la migración.
Las causas de esta migración son diversas, si bien la explicación fundamental está referida a lo que en la perspectiva de los economistas se denomina como desequilibrios en los niveles de desarrollo, a las “asimetrías” entre países y regiones, en tanto que los sociólogos la llaman desigualdad en las oportunidades entre ricos y pobres.
Las preocupaciones, estudios e investigaciones en las últimas décadas han estado referidas principalmente a la migración internacional, de mayor complejidad en sus soluciones, toda vez que implica compatibilizar intereses nacionales frecuentemente contrapuestos, en tanto que los movimientos de población en el interior de cada país, la migración interna, apenas vuelve a llamar la atención general, especializada y de los gobiernos.
En México han existido y existen con relevante intensidad las dos vertientes del fenómeno migratorio, la internacional y la interna, siendo Michoacán un caso ilustrativo de las características, en sus orígenes y consecuencias de estos procesos.
El modelo urbano-industrial, aplicado en la mayor parte del siglo pasado hasta la década de los 80, suponía que el desarrollo y el bienestar dependían de los niveles de industrialización y de las formas de vida urbana. Entre menos población ocupada se concentrara en el campo, significaría que el sector agropecuario habría alcanzado índices de productividad suficientes para que poca gente produjera lo suficiente para la alimentación de todos, además de las materias primas industrializables. Los excedentes de la fuerza de trabajo tendrían asegurada la ocupación en los sectores no rurales.
Los modelos en abstracto son casi perfectos, pero la realidad es diferente. Ni la industria creció, como tampoco el campo alcanzó los niveles de productividad esperados. En cambio la idea y la motivación de la gran ciudad prevalecieron, como impulso permanente para el traslado de la pobreza a los centros urbanos y la búsqueda de alternativas más allá de las fronteras.
El saldo tiende a ser preocupante y Michoacán es un ejemplo de ello. El campo se queda sólo con ancianos y en las ciudades crece la miseria. Menor capacidad de producir alimentos y mayor demanda urbana. En la última década, en el caso de Michoacán, han desaparecido en escala significativa localidades que contaban con menos de 100 habitantes, a la vez que 86 de los 113 municipios presentan un crecimiento poblacional negativo.
¿Cómo explicar que entre el año 2000 y el 2005 la población michoacana disminuyó en 0.3 por ciento equivalente a cerca de 20 mil personas? Las proyecciones de población elaboradas por el Consejo Nacional de Población indicaban que los michoacanos pasarían de cuatro millones en el 2000 a dos millones 250 mil en el 2005 en números redondos, ¿qué pasó entonces?, ¿por qué Michoacán se encuentra en un proceso de despoblamiento?
Dos circunstancias son concurrentes: La primera está relacionada con la escasez objetiva de oportunidades de trabajo e ingresos. Las carencias del empleo son estrechas o están cerradas en el campo, en la industria y los servicios. Aún para quienes cuentan con niveles de educación superior las posibilidades de ocupación en sus áreas profesionales son mínimas, así se trata de ingenieros, médicos, contadores, abogados o maestros.
¿A dónde conduce todo esto? No se trata de luces amarillas, sino de luces rojas para detenerse en el diseño y aplicación de las medidas que permitan corregir los desequilibrios y desigualdades en sus diversas manifestaciones.
Marx Aguirre Ochoa
12.19.2008
Migración: el campo pierde
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