7.03.2008

Más migración para beneficio... de otros

Ana María Aragonés


El inefable secretario del Trabajo, Javier Lozano, en entrevista radiofónica realizada por Joaquín López Dóriga, explicó con bombo y platillo el acuerdo piloto firmado entre España y México para que empresas españolas contraten trabajadores mexicanos: tendrá duración de un año y “no tiene ni mínimo ni máximo; es tan amplio como nuestras capacidades y el mercado lo demanden, además de que los trabajadores pueden recibir muy diversas calificaciones”. Podemos inferir que serán candidatos casi naturales todos los que no encuentren trabajo aquí, o cuyo salario sea insuficiente, lo que abarca a muchos millones. Se señala que se les va a dar el mismo trato que a cualquier trabajador español, pero con una diferencia pequeñita: el español se queda, mientras el mexicano debe repatriarse porque tiene base temporal, lo que de entrada es altamente cuestionable. No obstante, es tal la euforia del funcionario que incluso echa mano del esoterismo para afirmar que gracias a que “hoy los astros se alinearon” se logró tal maravilla.

No puede dejarse de lado que esta “maravillosa” propuesta se enmarca en la nefasta aprobación que hizo el Parlamento Europeo de una normativa para repatriar a inmigrantes indocumentados residentes en los países de la Unión Europea, denominada “directiva de retorno”. Algunos de sus puntos son que los indocumentados podrán permanecer detenidos hasta 18 meses antes de ser expulsados, aunque si la autoridad supone que no va a cumplir con la orden de expulsión puede detenerlo seis meses mientras es procesada su deportación. A quienes son considerados “una amenaza” se les prohíbe regresar por cinco años a cualquier parte de la totalidad del bloque. El número es importante, pues se calcula que en la Unión Europea podría haber hasta 8 millones de indocumentados en las 27 naciones que la integran. Esto es una flagrante violación a los más elementales derechos humanos y laborales de los migrantes, quienes reciben trato de delincuentes, no de trabajadores, a pesar de que la gran mayoría se encuentra participando activamente en los diversos procesos productivos.

El argumento que se maneja es que “queremos una migración ordenada, legal y manejable”, aludiendo a los indocumentados, aunque ellos sean los responsables de que se haya disparado esa migración. Pero la supuesta legalidad es una falacia, pues al final resulta el marco que les permite violar los más elementales derechos humanos de los trabajadores. Y si no que pregunten a los migrantes que se van a Canadá o a aquellos que se dirigen a Estados Unidos y que se contratan conforme la visa H2A. La situación que sufren estos trabajadores, que ya he descrito en colaboraciones anteriores, se ilustra aquí con algunos más de sus infortunios: no pueden cambiar de granjero, aun cuando se haya comprobado que éste no cumple las reglas del contrato; si se enferman, si llueve o sobrevienen desajustes climáticos no se les paga; es obvio que no gozarán de ninguna jubilación, aun cuando lleven 20 años bajo contrato temporal, etcétera. Ellos mismos han señalado que viven bajo nuevas formas de esclavitud, y cuando se les pregunta por qué siguen yendo si esas condiciones son tan lamentables, la respuesta es contundente: “porque no nos queda de otra si queremos que nuestras familias por lo menos coman”.

Los mexicanos se enfrentan a un gobierno que lo único que tiene en mente es servir de reservorio de fuerza de trabajo para los grandes países desarrollados a cambio de nada. Bueno, de las remesas, se dirá, pero habría que ponerlas en perspectiva para comprender sus verdaderos efectos. Por un lado es cierto que las familias tienen una entrada que les permite elevar su consumo básico, pero hasta ahí. Lo que quiere decir que las condiciones por las que ese familiar ha tenido que emigrar se mantienen y la consecuencia directa es que se reproduce una fuerza de trabajo que en cuanto tenga la edad suficiente continuará el mismo camino.

El gobierno mexicano con su estrategia de “más migración” me recuerda al de Francisco Franco, quien a través de acuerdos migratorios con diversos gobiernos europeos echó del país una fuerza de trabajo que no podía emplear, tratando de encubrir los graves estragos que su régimen había propiciado. Llegaron los socialistas y revirtieron la situación, a tal punto que España ahora padece amnesia y firma un acuerdo que es una vergüenza para todos los países democráticos.

obra de Darrin Hallowell

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