Al borde de la carretera, un coyote de ojos de lince y dólares que brotan de sus oídos observa con el ceño fruncido. A su lado, un musculoso agente fronterizo estadunidense, vestido de verde y con pistola, se eleva imponente sobre un migrante que se encoge temeroso. Cerca de ellos, un signo de dólar de tamaño humano se aleja batiendo sus alas plateadas. Este grafiti sobre el muro fronterizo en Nogales, del lado mexicano de la línea divisoria con Estados Unidos (EU), relata una sencilla historia: en esta parte del mundo, el negocio de la migración es tan lucrativo como peligroso.
Los residentes de Nogales aconsejan a los visitantes que eviten la colonia Buenos Aires, controlada por violentas pandillas donde los contrabandistas almacenan su cargamento humano en casas de seguridad. En el crepúsculo, los migrantes atraviesan un lecho seco y matorrales en su arriesgado viaje hacia Arizona.
Durante años, el flujo migratorio crecía cuando la salud de la economía estadunidense era robusta; disminuía ligeramente durante las recesiones; fluía hacia el norte durante la primavera, cuando hay empleos disponibles en el sector agrícola y en el de la construcción, y se dirigía al sur durante las fiestas decembrinas. Donde el tráfico ilícito ha sido más intenso, los migrantes han utilizado senderos estrechos y tortuosos a través de las rocas. Ahora, sin embargo, se hace evidente un cambio grande: el flujo migratorio de América Latina a EU parece descender.
Por tercer año consecutivo, la Patrulla Fronteriza estadunidense reporta un agudo descenso de detenciones en la frontera y en sus cercanías. En 2006 la cifra cayó 8%, a cerca de un millón. El año pasado descendió una quinta parte. El semestre que concluyó en marzo mostró un descenso de 17% en comparación con el periodo similar del año anterior. En resumen (y debido al inexacto registro de las detenciones fronterizas) el flujo migratorio es hoy alrededor de la mitad del torrente presenciado en 2000, cuando se efectuaron un millón 640 mil detenciones.
Esas cifras olvidan a quienes cruzan de manera satisfactoria y recuentan a los que fueron detenidos varias veces, pero muestran una clara tendencia. La misma que muestran las remesas. El Banco de México reporta que, después de años de crecimiento formidable, están descendiendo los envíos de los migrantes en EU. El año pasado ese flujo de efectivo fue de 24 mil millones de dólares, superior al turismo. Pero durante el primer trimestre de este año la cifra anual descendió 2.9%, según un nuevo informe de Goldman Sachs.
Es probable que la evaluación de los flujos fronterizos después de 2001 exagerara el índice de crecimiento real. Pero aun así, es evidente que los migrantes en realidad están enviando menos dinero a casa. Una encuesta realizada en EU, publicada por el Banco Interamericano de Desarrollo en abril, confirmó que pocos hacen remesas con regularidad: en 2006 tres cuartas partes de los migrantes hacían envíos; este año, sólo la mitad. No sólo es el caso de México; Brasil, segundo destino de remesas en la región, sufrió una disminución de 4% el año pasado, a 7.1 mil millones de dólares.
Es probable que dos factores, tan desagradables uno como el otro, expliquen el doble descenso en flujos de personas y dinero: la hostilidad a los migrantes, sobre todo indocumentados, y la profundización de la crisis económica en EU. El impacto del primer factor es evidente: leyes estatales que consideran ilegal emplear a migrantes sin documentos, redadas cada vez más agresivas a empresas que los contratan, y mejor tecnología para compartir información conducente a su arresto.
La enorme inversión en defensas fronterizas es el ejemplo más visible. El Departamento de Seguridad presupuesta 12 mil mdd para el siguiente año fiscal con el objeto de proteger la frontera contra personas en busca de trabajo (y los míticos terroristas que se encaminan a su objetivo). La idea es utilizar aviones no tripulados, helicópteros, sensores de alta tecnología y cámaras, 20 mil agentes (a caballo, en jeeps, bicicletas y a pie) y desde luego la enorme valla metálica que se despliega a lo largo de cientos de kilómetros de territorio desértico. Todo esto desalienta a los extranjeros, como el fracaso del Senado en aprobar una reforma migratoria el año pasado.
No es sorprendente, entonces, que las encuestas muestren que los migrantes se sientan menos bienvenidos y más preocupados por la xenofobia. Muchos temen ser deportados o que se les finquen antecedentes penales. Los que alguna vez habrían sido deportados ahora corren el riesgo de ir a la cárcel. A medida que la frontera se hace más difícil de cruzar, los inmigrantes caen en las manos de los contrabandistas y son víctimas de los peligros naturales del desierto.
Hostilidad y muros importarían menos si el panorama económico permaneciera sólido. Sin embargo, la economía estadunidense parece deprimida, incluso si sortea una recesión. En mayo, el desempleo se elevó a 5.5%. La depresión en el sector inmobiliario y de la construcción –donde laboran muchos inmigrantes, sobre todo los recién llegados– ha sido en especial dolorosa.
En junio, el Centro Hispánico Pew publicó un informe con cifras de desempleo de 7.5% entre inmigrantes, que se elevaban a 8.4% entre mexicanos y 9.3% entre los que llegaron al país después de 2000. El año pasado, más de 220 mil migrantes perdieron sus puestos de trabajo en la construcción. Y los que tiene empleo ganan menos: los empleados latinos de la construcción experimentaron pérdidas salariales en 2007.
Fuente Economist Intelligence Unit /Traducción de texto: Jorge Anaya
Los residentes de Nogales aconsejan a los visitantes que eviten la colonia Buenos Aires, controlada por violentas pandillas donde los contrabandistas almacenan su cargamento humano en casas de seguridad. En el crepúsculo, los migrantes atraviesan un lecho seco y matorrales en su arriesgado viaje hacia Arizona.
Durante años, el flujo migratorio crecía cuando la salud de la economía estadunidense era robusta; disminuía ligeramente durante las recesiones; fluía hacia el norte durante la primavera, cuando hay empleos disponibles en el sector agrícola y en el de la construcción, y se dirigía al sur durante las fiestas decembrinas. Donde el tráfico ilícito ha sido más intenso, los migrantes han utilizado senderos estrechos y tortuosos a través de las rocas. Ahora, sin embargo, se hace evidente un cambio grande: el flujo migratorio de América Latina a EU parece descender.
Por tercer año consecutivo, la Patrulla Fronteriza estadunidense reporta un agudo descenso de detenciones en la frontera y en sus cercanías. En 2006 la cifra cayó 8%, a cerca de un millón. El año pasado descendió una quinta parte. El semestre que concluyó en marzo mostró un descenso de 17% en comparación con el periodo similar del año anterior. En resumen (y debido al inexacto registro de las detenciones fronterizas) el flujo migratorio es hoy alrededor de la mitad del torrente presenciado en 2000, cuando se efectuaron un millón 640 mil detenciones.
Esas cifras olvidan a quienes cruzan de manera satisfactoria y recuentan a los que fueron detenidos varias veces, pero muestran una clara tendencia. La misma que muestran las remesas. El Banco de México reporta que, después de años de crecimiento formidable, están descendiendo los envíos de los migrantes en EU. El año pasado ese flujo de efectivo fue de 24 mil millones de dólares, superior al turismo. Pero durante el primer trimestre de este año la cifra anual descendió 2.9%, según un nuevo informe de Goldman Sachs.
Es probable que la evaluación de los flujos fronterizos después de 2001 exagerara el índice de crecimiento real. Pero aun así, es evidente que los migrantes en realidad están enviando menos dinero a casa. Una encuesta realizada en EU, publicada por el Banco Interamericano de Desarrollo en abril, confirmó que pocos hacen remesas con regularidad: en 2006 tres cuartas partes de los migrantes hacían envíos; este año, sólo la mitad. No sólo es el caso de México; Brasil, segundo destino de remesas en la región, sufrió una disminución de 4% el año pasado, a 7.1 mil millones de dólares.
Es probable que dos factores, tan desagradables uno como el otro, expliquen el doble descenso en flujos de personas y dinero: la hostilidad a los migrantes, sobre todo indocumentados, y la profundización de la crisis económica en EU. El impacto del primer factor es evidente: leyes estatales que consideran ilegal emplear a migrantes sin documentos, redadas cada vez más agresivas a empresas que los contratan, y mejor tecnología para compartir información conducente a su arresto.
La enorme inversión en defensas fronterizas es el ejemplo más visible. El Departamento de Seguridad presupuesta 12 mil mdd para el siguiente año fiscal con el objeto de proteger la frontera contra personas en busca de trabajo (y los míticos terroristas que se encaminan a su objetivo). La idea es utilizar aviones no tripulados, helicópteros, sensores de alta tecnología y cámaras, 20 mil agentes (a caballo, en jeeps, bicicletas y a pie) y desde luego la enorme valla metálica que se despliega a lo largo de cientos de kilómetros de territorio desértico. Todo esto desalienta a los extranjeros, como el fracaso del Senado en aprobar una reforma migratoria el año pasado.
No es sorprendente, entonces, que las encuestas muestren que los migrantes se sientan menos bienvenidos y más preocupados por la xenofobia. Muchos temen ser deportados o que se les finquen antecedentes penales. Los que alguna vez habrían sido deportados ahora corren el riesgo de ir a la cárcel. A medida que la frontera se hace más difícil de cruzar, los inmigrantes caen en las manos de los contrabandistas y son víctimas de los peligros naturales del desierto.
Hostilidad y muros importarían menos si el panorama económico permaneciera sólido. Sin embargo, la economía estadunidense parece deprimida, incluso si sortea una recesión. En mayo, el desempleo se elevó a 5.5%. La depresión en el sector inmobiliario y de la construcción –donde laboran muchos inmigrantes, sobre todo los recién llegados– ha sido en especial dolorosa.
En junio, el Centro Hispánico Pew publicó un informe con cifras de desempleo de 7.5% entre inmigrantes, que se elevaban a 8.4% entre mexicanos y 9.3% entre los que llegaron al país después de 2000. El año pasado, más de 220 mil migrantes perdieron sus puestos de trabajo en la construcción. Y los que tiene empleo ganan menos: los empleados latinos de la construcción experimentaron pérdidas salariales en 2007.
Fuente Economist Intelligence Unit /Traducción de texto: Jorge Anaya
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