Armando G Tejeda, para La Jornada
Madrid, 23 de mayo. Los ciudadanos mexicanos encuentran cada vez más difícil visitar España, tras el endurecimiento de los controles fronterizos que han "devuelto" a nuestro país a más de 250 personas sólo el año pasado, con base en criterios discrecionales y arbitrarios. A pesar de ser un asunto que lejos de mejorar ha empeorado desde la entrada en vigor de nuevas orientaciones migratorias en España, en 2007, la canciller Patricia Espinosa descartó aplicar el "principio de reciprocidad" que sí ha mantenido el gobierno de Brasil, de Dilma Rouseff –y que antes instrumentó Lula da Silva– para defender a sus conciudadanos de un trato denigrante y discriminatorio.
Tras participar en la reunión binacional entre México y España, la canciller ofreció una rueda de prensa en la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, con su titular como anfitrión, José Manuel García-Margallo.
Ambos fueron cuestionados sobre las numerosas denuncias de ciudadanos mexicanos que son retenidos en los aeropuertos, viviendo situaciones infrahumanas y tras recibir un trato degradante de las autoridades migratorias, sin que se ponga una solución.
Trascendió que el viernes pasado la policía española detuvo a cinco mexicanos por no cumplir con los requisitos previstos por la legislación, que incluye una "carta de invitación" que debe tramitar una comisaría de policía en el caso de que la persona invitada se vaya a hospedar en una casa. Además de una serie de trámites cada vez más complejos y, sobre todo, que en su aplicación se rigen por la discrecionalidad de la policía.
Hoy se conoció que uno de los artistas brasileños de mayor proyección internacional, Menelaw Sete, de 47 años, quien intentó ingresar a la Unión Europea vía Madrid fue retenido y devuelto a su país. Y en su encierro sólo había "negros, mexicanos y brasileños". Así lo contó:
"Viajo desde hace 15 años a Europa con la misma documentación. Tenía una carta de invitación, todo en orden. No conseguí hablar con el consulado brasileño. Era todo un teatro. Allí sólo había negros, mexicanos y brasileños entre los detenidos".
Trato humillante a brasileños llevó a la huelga a Menelaw Sete
Fue tal su indignación, que el artista dio inicio a una huelga de hambre para denunciar una situación que afecta sobre todo a ciudadanos de países de América Latina.
"Me he sentido obligado a entrar en esta causa porque los brasileños están siendo tratados de forma humillante en España. Estuve 30 horas detenido, sin derecho ni a ducharme. La comida es horrible. Tienes derecho a beber agua sólo durante las comidas. Fuera de eso, sólo agua del grifo. Había hombres, mujeres y niños. Vi hasta una cuna. Estaban todos desesperados."
Ambos cancilleres reconocen la situación, como lo han venido haciendo en los recientes cinco años sin poner solución al problema. De hecho, el canciller español aseguró: "Hemos dado instrucciones a nuestros respectivos equipos para que se solucione, como decía Lope en horas 24. Habrá una colaboración estrecha entre los servicios de migraciones españoles y mexicanos para que ese tema se resuelva a la mayor brevedad posible. Es impensable que unas relaciones tan estrechas y estables como las nuestras se vean empeñadas por un asunto que tiene una solución, no sé si fácil, pero sí sé que será rápida".
Brasil, a diferencia del gobierno mexicano, cuando conoció los primeros casos decidió aplicar el principio de "reciprocidad" y exigir el mismo tipo de documentos a los ciudadanos españoles.
La canciller mexicana, sin embargo, rechazó categórica esa posibilidad: "Este gobierno considera que la apertura hacia el comercio, hacia el turismo, hacia el flujo de todo tipo de intercambios es benéfico para todas las sociedades. La relación y el flujo de personas entre México y España es tan intenso, saludable y productivo para ambos países que nos parecería inadecuado tomar una determinación que pudiera obstaculizar o contribuir a disminuir estos flujos entre México y España".
De hecho, los gobiernos de México y España pretenden como solución estrechar las relaciones entre "agentes migratorios y policías" para "identificar a quienes tengan algún propósito delictivo y facilitar en la mayor medida de los posible el flujo de personas que vienen de vacaciones", según dijo Espinosa. Cabe señalar que el "propósito delictivo" al que se refiere es el de la llamada "migración ilegal".
Firman tres convenios y sientan bases de acuerdo de Defensa
Los gobiernos de México y España firmaron tres convenios bilaterales, además de sentar las bases de un inminente acuerdo en materia de Defensa que se dará a conocer en unos meses.
Entre los acuerdos suscritos destaca el convenio de colaboración entre la Secretaría de Relaciones Exteriores y el Instituto Cervantes, en el que México ofrece 10 institutos culturales en el exterior, 22 espacios culturales y 50 consulados en Estados Unidos.
5.24.2012
Endurece España norma migratoria a México con criterios discrecionales
5.20.2012
Detectan retorno de migrantes en 4 estados mexicanos
El Universal.
La crisis en Estados Unidos y el endurecimiento de las políticas antimigrantes han provocado un retorno mayor de connacionales y una baja en la migración al menos en los estados de Hidalgo, Zacatecas, Chiapas y Veracruz, de acuerdo con autoridades e investigadores.
De 2008 a la fecha, varias son las historias que se registran en entidades que tradicionalmente han sido “expulsoras de mano de obra” al vecino país.
En Chiapas, la caída de remesas ha sido notoria y desde hace tres años estos números han ido a la baja.
La encargada de la Oficina de Atención al Migrante en el Hidalgo, María del Carmen García Abid, explicó que en el primer trimestre del año esta entidad ha registrado una disminución de al menos 50% en el número de personas que intentan cruzar a Estados Unidos.
El endurecimiento de las políticas antimigratorias, así como la inseguridad del trayecto y la falta de empleo en la Unión Americana han contribuido a que por primera vez haya una paridad en la salida y llegada de migrantes, señaló la funcionaria y reveló que de enero a abril de este año han regresado más de 2 mil. “Aunque se desconoce cuántos fueron deportados y cuántos volvieron solos, pero es un hecho que los migrantes hidalguenses están de vuelta”.
En Zacatecas, el investigador universitario Miguel Moctezuma Longoria, considera que existe un éxodo en los últimos 24 meses.
En su análisis compara estadísticas poblacionales 2005-2010 del Instituto Nacional de Geografía y Estadística, por lo que atribuye que el incremento poblacional registrado en 2010 se explica por el retorno de un flujo de habitantes que años antes había migrado a EU y que regresa a sus entidades con todo y sus hijos.
Los municipios que se vieron mayormente impactados por el retorno son Guadalupe, Jerez, Fresnillo, Tlaltenango, Villa de Cos, Loreto, Mazapil, Noria de Ángeles, Pinos, Juan Aldama, Río Grande y Sain Alto.
En Veracruz, el diputado priísta que ha trabajado en el tema Juan Nicolás Callejas coincidió que distintos factores han ocasionado que por primera vez los paisanos se estén retornando. Esto, dijo, puede significar un riesgo, ya que Veracruz es la sexta entidad con mayor número de migración y “necesita de las remesas”.
Jorge López Arévalo, investigador de la Universidad Autónoma de Chiapas, comentó que la “región sur y sureste de México han sido las más afectadas por la crisis que golpeó al mercado de trabajo de Estados Unidos”. Para ejemplificar el fenómeno en Chiapas, el investigador explicó que en 2006 se recibieron 943.6 millones de dólares en remesas, pero para 2010 fueron sólo 573 millones
Sin estadísticas
Los estados tradicionalmente expulsores de migrantes son Michoacán, Veracruz, Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Hidalgo, Puebla y Zacatecas.
En algunas entidades las autoridades reconocen que no se cuenta con un censo sobre el retorno de paisanos que habían migrado a EU
5.19.2012
De Mojadas. Un relato de Chispillatronik
Cuando era niña mi madre nos llevó a Texas de “mojadas”, patrocinadas por una tía abuela. La señora Amparito pagó al pollero, vaya usted a saber cuánto dinero, para cruzar el charco. El tema ha quedado oscurecido por alguna nube familiar y a últimas lo que tengo en mi recuerdo es un rompecabezas. Yo tenía apenas cinco años y en mi memoria se forman imágenes fragmentadas de las que hasta hace no mucho fui consciente. Recuerdo que mi madre nos dijo que iríamos de viaje a otro lugar donde nos la pasaríamos muy bien: Estados Unidos.
Pero ¿cómo fue el proceso? Mis hermanas, mi madre y mi padre tenían pasaporte, una linda foto familiar en la cartilla en donde yo no figuraba (vaya usted a saber por qué, aunque siempre se me dijo que era recogida de la calle… o el basurero), y que por cierto estaba vencido. Es muy probable que el pasaporte no estuviera listo para las fechas en que cuadrarían mi tía abuela y mi madre el viaje y por esto decidieran realizar dicha travesía.
Amparito era una mujer mayor que había emigrado al gringo hace ya varios años. Ahí había encontrado al amor de su vida con quien se casó y obtuvo la nacionalidad. A quién recuerdo le lloraba amargamente porque murió de un paro cardiaco en la calle, y ella no pudo hacer nada más por él. Recuerdo la escena que nos describía mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas, ella pidiendo auxilio en la calle mientras él yacía tirado en la acera. Ella abrazándolo como queriendo arrebatárselo a la tierra en la que lo enterrarían.
Un viaje, que en mi concepción de niña fue eterno. Viajamos de Puebla a Ciudad de México y de ahí tomamos otro autobús que nos llevó por parte de Veracruz y luego a Matamoros. En aquel tiempo tenía la costumbre de hablar y hablar, me inventaba historias y tonterías para hacer la charla a la gente, de ahí que me dijeran “Periquito” (¡y siempre en masculino!). Por esto, mi madre me mandaba con el chofer a “hacerle la plática” para que no se durmiera cuando la noche había caído en carretera. Aquella secuencia inicial de la película Lost Highway en la carretera, ya me resultaba familiar, claro a velocidad menos vertiginosa. Como recompensa, el chofer permitía que mis hermanas y yo durmiéramos en el camarote. Recuerdo que fue un viaje eterno y claustrofóbico, con paradas restringidas para bajar al baño y para comer alguna cosa.
Estuvimos como un día o dos en Matamoros, seguramente en lo que se hacían las gestiones necesarias para aclarar la manera en que cruzaríamos la frontera. Recuerdo que estuvimos en la oficina de migración y que los policías eran hombres altísimos, rubios y alguno negro muy alto. En mi vida había visto hombres de este tipo: tan rubio o tan negro, pero ante todo, taaaan altos. Mi madre y la tía Amparito le decían algo al policía que movía la cabeza de manera negativa. Y eso, nos fuimos con un no por delante. Supongo que eran otros tiempos y otras políticas, pues la inocencia de mi madre y tía por convencer a esta gente de permitirnos cruzar la frontera por la puerta legal se mostraba como posible en sus imaginarios.
Al día siguiente nos despedimos de una señora muy amable que nos alojó en su casa, que nos dio de comer y que nos permitía estar cerca del ventilador, el calor se elevaba más allá de lo que hasta entonces había conocido. Amparito se despidió amorosamente de nostras, vimos como cruzó la puerta para pasar ese puente de manera peatonal. Y después nos encontramos con un hombre que tendría unos 30 y algo de edad, era de piel blanca y cabello oscuro, era de complexión corpulenta. ¿Este quién es? Yo me preguntaba.
Comimos unos sándwiches [¡que elaborada corrección del Word!] al lado del río Bravo mientras esperábamos que cayera la tarde y luego la noche. De manera borrosa pero recuerdo que había más gente por ahí, paseando, comiendo algo. Cuando estaba oscuro, apenas se veía por dónde íbamos debido a las luces que había al lado del río, el hombre dijo que era hora de cruzar. Yo seguía sin entender nada. Así que fui la primera a quien llevará del otro lado del río. Me llevaba de la mano, igual seguía sin entender por qué, y ya que estábamos ahí, por qué no nos quedábamos a darnos un remojón. A fin de cuentas el río no me llegaba más arriba del pecho. O al menos eso recuerdo. Me dejó en la orilla y fue por mis hermanas y mi madre que venía detrás de ellos. Me imagino que mi madre debía estar demasiado nerviosa, cuando vio que yo venía de regreso a su encuentro pegó un grito de aquellos, de los que sólo las madres angustiadas y con voz aguda pueden dar. Apresuraron el paso y el hombre me dijo- ¡Mija regrésate!, ¡regrésate! Ante tal insistencia no pude más que quedarme sentadita donde estaba, esperando que cruzaran. Claro, yo pensaba que era un paseo como cualquier otro, en realidad no recuerdo que lleváramos equipaje, y como nos habían dicho que íbamos de viaje y a Estados Unidos, pensé que por fin nos llevarían a Disney…
Caminamos por entre las yerbas, no tengo clara la concepción del tiempo. Pero me parece que al final Bronwsville no es muy retirado de Matamoros. Debieron ser un par de horas. Por alguna zona descapada y entre yerbas se vieron luces de las patrullas, el hombre dijo: -¡Échense sobre la tierra!, y no se muevan… calladitas… Así nos quedamos por un rato, hasta que las luces y las cosas tan extrañas que decían los policías fronterizos se fueron alejando, hasta no oírse más. El corazón me palpitaba tan fuerte. Aunque no sabía de lo que se trataba o que hacíamos ahí tiradas, entendía que esta vez debía quedarme quietecita quietecita, esto se sentía con una importancia y gravedad como nunca antes. Pasó el susto y continuamos caminando hasta llegar a la ciudad, entrar por cualquier calle. El hombre dijo: -Niña dame la mano, pretendamos que somos familia. ¡Eyyyyyyyyy! No le tomes la mano a mi mamá, aunque no esté mi padre… ¡yo cuido por sus intereses! Acto seguido tomó mi mano… yo me puse roja, pero no hubo tiempo para desplegar el berrinche. En mi cabeza pensaba, este señor se quiere robar a mi madre. Todo me parecía muy sospechoso. Elaboré variadas tesis complejas sobre lo que sucedía, si mi madre se habría cansado de nosotras, si mi madre tenía un cariño por este señor, este señor ¿de dónde salió?, ¿por qué no le había visto antes? Mis elucubraciones continuaban como una diarrea hasta que llegamos frente a la casa de Amparito que nos recibió con tanto gusto.
-¡Llegaron bien! ¡Bendita sea la virgen santísima! Acto seguido el hombre se fue antes de que nadie lo notara. Al final ya le había tomado cariño…
Pero ¿qué fue esto? ¿Por qué hicimos esta hazaña? ¿En qué estaba pensando mi madre? ¿Teníamos necesidad económica? ¿Tendrían problemas amorosos mis padres? ¿Qué pensaba mi madre al arriesgarse con esta travesía? Tengo muchas preguntas que con el tiempo y en familia podrán ser respondidas.
Es justo decir que las políticas de migración hace muchos años, en la década de los 80, no eran ni la sombra de lo que se ha convertido la frontera México- Estados Unidos. ¿Eran tiempos más inocentes? Como mi amiga decía el otro día, en los 80 no existía el TLC, por lo que mi verdadero paraíso en el gringo fue toda clase de comida chatarra que hizo felices mis días por allá. Amparito vendía dulces y refrescos, chicles y chocolates. Los niños llegaban a su puerta gritando: – Amparitooooooooooooooooooooooo… Ella salía y les vendía lo que necesitaran. Incluso a las madres les vendía ¡el auténtico mole poblano congelado! Amparito tenía una casita de madera pequeña pero confortable, con uno de esos áticos gringos, de aquella escalera que se descuelga del techo para subir, ay que fantasía. Tenía una huerta donde sembraba sus verduras y sus yerbas aromáticas; al lado tenía sus animalitos, básicamente gallinas y aves. Pero lo más lindo eran los rosales de colores psicodélicos que cada día ofrecía una variedad diferente de rosas.
Amparito y mi madre se iban a trabajar, a hacer limpieza a alguna casa. Mi madre siempre ha sido muy apañada, y en este caso no fue la excepción. Yo recuerdo que nos hizo muy felices que nos regalaran ropa, si bien era usada parecía nuevecita, al menos tendría una lavada. Eso no me importó y rápidamente me agencie algunos vestidos. En nuestros conceptos ochenteros era un gusto tener algo gringo, aun existía aquella mística aura de los productos “hecho en” que la apertura de mercados se llevó con la globalización.
Quizá estuvimos una semana por ahí, no sé cuánto tiempo pero mucho no fue. Tengo una charla pendiente de mujer a mujer con mi madre para saber y entender de qué se trató este viaje, hasta ahora solo tengo esta colección de imágenes y recuerdos que pongo a su disposición.
publicado originalmente en Subterráneos
5.12.2012
el camino de los migrantes
5.06.2012
los efectos de la crisis: La amarga partida
Carmen Pérez-Lanzac para El País
60.000 euros. Rocío tiene la cifra grabada a fuego. Es lo que podría haber ahorrado si no se hubiese comprado un piso en Madrid. Mucho dinero. Más viniendo de un país donde la renta per cápita no llega a los 3.000 euros al año (seis veces menos que en España). 60.000 euros que habrían impedido que hoy, 6 de mayo, esta mujer ecuatoriana de 33 años esté volando con las manos vacías a Latacunga, la ciudad de la que partió en 2003. “Ay, mi casita, tanto esfuerzo que me costaste”, lloraba abrazada a las paredes de su piso de Usera hace unos días.
La crisis ha sido especialmente virulenta con la población inmigrante, cuya tasa de paro roza el 37% (frente al 24,4% de la media). La caída generalizada de ingresos salta a la vista en los barrios con más población extranjera. Como en las callejuelas tras Cuatro Caminos, donde muchos establecimientos han echado el cierre. “Ya no es como antes”, dice Marciel Herrera, encargada del locutorio con servicio de paquetería Latin travel. Calcula que este año las llamadas se han reducido a la mitad. “Solo aumenta el envío de cajas con mudanzas hacia Latinoamérica”, dice. Mariana, de la pastelería dominicana Dedo, calcula que sus ingresos han caído un 45%. “Pero los huevos han subido y la electricidad…”, dice ante una vitrina con tartas rebosantes de merengue. Desde su modesto taller de costura, Freddy repite la frase sin despegar la cara de la máquina de coser: “Ya no es como antes”.
El desempleo está expulsando a miles de inmigrantes que han visto truncado el sueño español, compuesto del disfrute del estado del bienestar (con la jubilación en cabeza), de un futuro mejor para sus hijos y de la seguridad en la calle. En 2011, España perdió 85.941 residentes de países extracomunitarios, aunque la cifra incluye a los nuevos nacionalizados españoles. En el caso de Madrid, unos 26.000 inmigrantes abandonaron la región el año pasado, encabezando la marcha ecuatorianos (6.000) y colombianos (2.180). Unos hacen el viaje a la inversa y regresan a sus países. Otros, especialmente los que han obtenido la nacionalidad española, siguen rumbo adelante, a otros países.
Aun así, se van menos personas de las que querrían. Muchos agotan sus ahorros intentando resistir en España. Cuando deciden regresar, no les queda nada y tienen que acudir a los planes de retorno que financian el Gobierno y la UE, que incluyen el vuelo de ida y distintos tipos de ayuda económica que van desde una pequeña cantidad a la posibilidad de cobrar el paro por adelantado en el caso de los residentes legales que hayan cotizado los suficiente. En todos los casos deben renunciar a regresar al menos en tres años. “Y para quien sabe lo difícil que es conseguir papeles, enfrentarse a eso es muy duro”, dice José Luis Montijo, trabajador social de la asociación de ecuatorianos Rumiñahui. Desde que se pusieron en marcha, 30.000 inmigrantes se han acogido a las diversas modalidades de retorno, pero los fondos que se destinan a decenas de ONG para que gestionen este flujo se están acabando. Mientras aguardan nuevos fondos, sus listas de espera siguen sumando impacientes aspirantes a abandonar el país formando un embudo.
Mariluz, una colombiana de 34 años embarazada de tres meses, espera a que llegue el dinero para su billete de regreso. Se vino hace cuatro años siguiendo a su marido y nunca obtuvo papeles. En este tiempo solo ha conseguido un trabajo: cuidando a una anciana de 98 años dos horas diarias por 250 euros al mes. El día que la mujer murió en su presencia, Mariluz perdió su empleo y parte de su alegría. “Me afectó mucho, se le junta a una eso de estar lejos… Tenía su temperamento, pero era muy buena señora”. No ha encontrado nada desde entonces y su embarazo ha precipitado la decisión de retornar. “Mi esposo se queda por ahora. Con lo que gana aquí, allá se puede hacer vida”, dice esta mujer pequeña de abundante cabellera y gafas rosa. Está invirtiendo sus últimas semanas en sacarse un diploma de emprendimiento en la ONG América-España Solidaridad y Cooperación (AESCO). La idea de partir le ilumina la cara: “Estoy feliz, porque aquí hay veces que uno se siente muy solo. En todo en lo que sé trabajar se me cierran las puertas. Imagínate, hasta para irme se me cierran las puertas”.
Viernes 27 de abril, cinco de la tarde. 32 hombres y nueve mujeres ocupan la planta baja de la sede de Rumiñahui, en Quintana. Todos están interesados en retornar a su país y quieren informarse de las distintas opciones. Vladimir Paspuel, presidente de la asociación, intenta subirles el ánimo: “¿Se acuerdan de cuando vinimos? Muchos lo hicimos en peores condiciones. La vida no se acaba, hay que ponerle más ganas”. Los presentes asienten, pero palpa su desazón.
Marina Rodríguez, psicóloga, atiende desde AESCO a quienes esperan su retorno. Esto es lo que ve en sus consultas: “La gente se vuelve con lo puesto. Tienen una profunda sensación de fracaso personal y culpabilidad. Sienten que no controlan su proyecto de vida y eso les provoca inseguridad y miedo. Tienen baja autoestima y síntomas de estrés, ansiedad y depresión. Llevarse consigo todas sus pertenencias se vuelve fundamental para ellos, pero las compañías aéreas solo aceptan una o dos maletas por pasajero y mandarlas de otra forma cuesta mucho. Eso, que no parece importante, lo es, porque es todo cuanto tienen”.
Reinaldo, de 50 años, espera su billete a Medellín con las maletas ya hechas. Este hombretón de 1,92 metros —“ya menguando”— regresa sin nada, pero su espíritu positivo puede con todo. Llegó a España en 1994 y se ha ganado la vida de carpintero (un barco hecho con palos de helado adorna su salón). En la última renovación de la residencia se le pasó el plazo y pasó a ser ilegal. “Esa fue la puntilla”. Su idea es abrir en su tierra un hotel rural aprovechando el auge del turismo. La casa ya la tiene, es de la familia, pero necesita un crédito para reformarla. En las maletas que aguardan en una esquina de su piso de Alcalá no lleva nada personal, solo pañuelos, zapatos y bolsos que espera vender una vez en Colombia para poder arrancar su proyecto. Calcula que el sobrepeso le va a costar 150 euros, el mismo precio por el que ha puesto a la venta su bicicleta. Su pareja, que sí tiene trabajo y de momento seguirá en Madrid, suspira: “te vas a ir con otra”, le pincha. “Mami, te espero diez años”, replica él. Ella es lo que Reinaldo más echará de menos de España. Y la seguridad. “Aquí se vive tranquilo”.
No todos quienes retornan tienen su futuro tan claro como este colombiano. “Yo les pregunto, ¿cómo visualizas tu llegada? ¿Qué planes tienes?”, explica la psicóloga de AESCO. “Y no lo tienen claro. Ni oscuro”. Las ONG critican que los países latinoamericanos (con mayor flujo de retorno) no ayudan a los retornados a integrarse. “Aunque están creciendo no ponen en marcha medidas de apoyo, les desaprovechan”, se queja Yolanda Villavicencio, de AESCO. “Allí se encuentran con más abandono”.
Rocío se pagó ella misma el billete con el que hoy está cruzando el Atlántico. Adquirió la nacionalidad española y no tiene por tanto derecho a ayudas al retorno. Tampoco podrá cobrar por adelantado el año y medio de paro que sus cotizaciones han generado. “Eso se queda aquí”, dice. Para ella fue fácil obtener los papeles: la trajo el Gobierno español en un cupo de peluqueras. Tenía 24 años y dejaba atrás a una hija de cinco años. “El piso me lo compré porque quería tener algo mío para poder vivir con ella, me dijeron que facilitaría la reunificación aunque luego me la denegaron por mis bajos ingresos”. Su hipoteca es de 192.000 euros y le ha costado mucho pagar cada mes los mil euros de cuota. Más desde hace seis meses, cuando se quedó en paro. “Prácticamente he trabajado solo para pagar el piso. Y todo se ha ido en intereses. Un día me di cuenta: ¿Qué pinto yo ya aquí? Económicamente no voy a conseguir nada y emocionalmente, menos”, dice con el corazón en la mano. Con ayuda de Mariano, su “ángel de la guarda”, un jubilado español que asesora a inmigrantes por solidaridad, negoció con su banco. No le han perdonado toda la deuda, pero la han reducido a 10.000 euros que no va a poder pagar. “Me decían que me lo dejaban en 50.000 euros, pero Mariano me animó a seguir presionando”, dice muy agradecida a quien sin conocerla le ha prestado su apoyo. “Yo me esperaba otra cosa de España. Me imaginaba en la cumbre”, dice abriendo los ojos. “Hija, no se me martirice”, le decía su madre por teléfono hace unos días. “Imagine que se fue en un tour, piense en todo lo que ha aprendido. Aquí la esperamos con los brazos abiertos”.