3.03.2010

Nota crítica sobre Nómada

instalaciones Viajeras y Una sola tierra, de Elizabeth Ross

“La emigración es la combinación de la esperanza humana y el movimiento.
La esperanza se realiza a través de la noción del movimiento.
La gente va a seguir buscando mejorar su vida mediante el movimiento…
Eso es irreversible y está en el núcleo del pensamiento humano.”

Ryszard Kapuscinski

Mientras en la planta baja del Museo de Arte Contemporáneo “Alfredo Zalce” se dedica una exposición a “la mujer”, en la planta alta se presenta una muestra sobre “las mujeres”, cambio que no sólo va de lo singular a lo plural conforme uno va subiendo las escaleras, sino que también particulariza en un asunto (bastante) general: mujeres concretas, diversas, procedentes de lejos y cerca, con diferentes rutas y experiencias, atravesando a pié los territorios de la migración.

Un medio predominante en Nómada… las mujeres se mueven es la videoinstalación: monitores con cédulas de (abundante) información, cuartos oscurecidos para proyección de entrevistas o secuencias, videos testimoniales y no, manipulación de imagen digital. Todas son sonoras, con un volumen que permite la buena apreciación de la música y palabras en cada una; ello hace que en el punto medio entre salas se capte una multitud de sonidos dispares, provenientes de los cuatro puntos de la planta, la sala no está en paz, no hay silencio ni descanso, no está vacía de gente… hay gente ahí, no sólo “obra”.

Las dos primeras videoinstalaciones son obra de Elizabeth Ross, coordinadora del proyecto; en la primera, que le da nombre a la muestra, tendederos con sábanas blancas de diferentes tamaños son soporte y escenario sobre cual se proyectan pies andando por vías variadas: nieve, asfalto, loza, alfombras, escaleras. Una voz se pronuncia: Las mujeres se mueven dejando atrás el pasado, honrando lo que han sido, agradeciendo lo que viene y lo que será. Las mujeres se mueven, queman sus naves.” La forma de las tomas, hasta 4 pares de pies vistos de arriba hacia abajo, muestra el trayecto por donde la vista se desplaza. No se ven distancias, sólo piernas que suben y bajan escalones, pendientes, pasan de una superficie a otra. La mirada viaja en forma vertical, no horizontal; cada par de pies es semejante con los otros. “La perspectiva nómada trata de la coexistencia no de la distancia” dice un texto de John Berger citado en el video. Las mujeres coexisten en el mundo, las distancias entre naciones no las separan cuando son atravesadas por un mismo fenómeno; sus pisadas, aquí y allá, cruzan caminos semejantes.

La existencia de cada mujer puede llevarle a diferentes geografías a través de los calendarios. Una sola tierra conjunta frascos que contienen este material procedente de varios puntos de nuestro país y del globo. El andar de las mujeres es diverso, pero el camino de cada una es único.

Todas y las mariposas presenta imágenes digitales realizadas por tres de las artistas colaboradoras: Cristina Fernández, Teresa Puig y Dorothea Fleiss. Algo destacable es que al final de la secuencia se incluyen los nombres de aquellas mujeres que son reconocidas en la segunda parte de la exposición: mujeres habitantes de comunidades de Michoacán, mujeres migrantes en países europeos. Aparece un nombre tras otro “grabado” sobre un bloque de piedra depositado en el suelo, marcas ígneas que prefiguran las historias que, a través de dos videoinstalaciones más, puede conocerse.

Los retratos intervenidos con cartas dirigidas a seres queridos y ausentes (padres, parejas, hijas) por causa de la necesidad de migrar y los Velices de identidad, obra de artesanas de Cucuchucho, tienen un peso testimonial dominante frente al valor artístico contemporáneo que se les ha querido imprimir por el hecho de ocupar un sitio en la galería. Quien esto escribe ha escuchado en más de una ocasión la referencia del ready-made y la descontextualización como estrategias para someter a los objetos personales identitarios a la transfiguración que les eleve a la condición de arte. En el marco de una concepción estética que privilegia el “momento de arte” por sobre “la obra”, esto parece verosímil. Pero no precisan de dicha transformación. Los velices son testimonios, objetos depositarios de experiencias concretas acerca de la conciencia propia de vivir una condición migratoria.

La misma obra expuesta puede ser, incluso, desmembrada. Los velices elaborados de chuzpata se encuentran a la venta sin los objetos que contienen, a manera de contribución a la producción de esta artesanía. El objeto deja de existir, la forma se desintegra, la obra es efímera: se convierte en acto performático (aberración lingüística de la jerga artística contemporánea) o instalación. Pero los velices bien pueden comprenderse como resultados del taller que Elizabeth Ross sostuvo con las participantes michoacanas del proyecto. En ello asientan su valor. Objetos íntimos a los ojos de tod@s.

Nosotras nos quedamos nos enfrenta más estrechamente con las vivencias de Josefina, Guadalupe, Lucía, Florinda y Herminia en torno a la migración de los varones. ¿Cómo es tu vida cuando él no está? ¿Cómo es cuando él regresa por un tiempo? Unas manifiestan gusto por la compañía de su querido, pero hablan claro sobre el sentirse más libres cuando él no está; la presencia del varón las limita, a una de ellas le lleva a vivir “a las carreras”, quedándose más tranquila cuando ella es propietaria de su tiempo. ¿Cuál es su realidad como mujeres solas? ¿Cómo subsisten y cuidan de ellas mismas, tomando la cabeza de sus familias y comunidades? Son muchas las respuestas, todas marcadas por la presencia de una “fuerza interna que hace que tantas mujeres encuentren a golpe de voluntad un lugar en el mundo. Otro.”

Publicado en el suplemento Letras de Cambio
Diario Cambio de Michoacán
23 de agosto 2009

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