11.05.2008

EN HERMENEGILDO GALEANA HOMBRES EMIGRARON, O YA ESTÁN MUERTOS


Giovanni Fuentes / La Voz de Michoacán

En la tenencia Hermenegildo Galeana, al sur de Morelia, la producción y el sostén de las viviendas está en manos de las mujeres, la mayoría viudas y otras madres solteras, y las que tienen aún su pareja, ésta se encuentra en Estados Unidos.

La población de no más de 40 familias y casi 100 viviendas, la gran mayoría deshabitadas, está situada a 22 kilómetros sobre la carretera a Pátzcuaro. Ahí, reconoce la encargada del orden, Ofelia Mejía, “desde que supimos que estábamos solas, tuvimos la necesidad de salir adelante. Ni modo de echarnos a llorar, eso no resuelve nada”.

Y así, una a una, las mujeres y los hombres que quedaron, en su mayoría niños y de la tercera edad, se unificaron y fueron las mamás, a falta de papás, quienes comenzaron a llevar las riendas de sus hogares.

Incluso María, la hija de Ofelia, ahora de 23 años de edad, sola y sin ayuda de nadie, “nomás preguntando” –dice su orgullosa progenitora– se enseñó a hacer tabiques de concreto y ella solita construyó los bloques y levantó una barda de casi tres metros de altura por 20 de largo, para evitar que los animales se salieran del potrero.

En su corral, Ofelia cuenta con poco más de 20 cabezas de ganado. Los tres últimos becerros los adquirió en 19 mil pesos, luego de vender una yunta en 22 mil; los tres mil pesos que le quedaron no se los gastó, sino que los invirtió en semilla, alimentos para el ganado y en algunos enseres que necesitaba en su hogar, ya que aunque está sola, asegura que sí sabe administrarse.

Todos los meses del año y cada una de las semanas, detalla la mujer –de aproximadamente 50 años de edad–, los tiene ocupados: cuando no está en el corral atiende las parcelas de maíz o alfalfa. Sus ayudantes son sus hijos más pequeños, sus nietos y unos sobrinos, todos quienes se verán beneficiados con las cosechas.

Ofelia, quien lleva también las riendas de la comunidad, asegura que quienes la han apoyado son los del municipio, aunque apenas este año les van a dar unos apoyos para mejorar las viviendas dentro del programa Techo y Piso. En los dos últimos años sí han recibido ese tipo de programas, pero se requiere más.

La situación económica ahí, sólo alcanza para ir sobrellevándola. No hay lujos, y los regalos –algunos aparatos que vienen de Estados Unidos o Canadá– se los traen sus seres queridos, y en cuanto a comida, “por lo menos hay frijoles; de hambre no nos morimos”.

Lo que sí es un problema para las productoras de la comunidad es lo caro que se pusieron los fertilizantes, abonos y pesticidas: casi necesitarían gastar una tonelada de maíz para pagar esos insumos y lograrían dos toneladas de ganancia; es decir, un tercio de la producción se va en inversión.

Por eso, este año “nos la aventamos a la buena de Dios, sin gastar en químicos; hicimos los fertilizantes con excremento de los animales mezclado con cal para que no generara pasto, y nomás vea, nos salió bien la producción” explica, al tiempo que levanta los brazos y apunta hacia la parcela de maíz, que ya está amarillándose al terminar el ciclo agrícola primavera -verano.

Doña Rosa y a Doña María, vecinas de parcelas, sí invirtieron en químicos, “pero tenemos ayuda de dólares, por eso no nos pesó tanto. Sin embargo, a la hora de cosechar el resultado fue un poco más, por los insumos, pero a la vez menos por ese gasto”, explican.

Las mujeres solas, reconoce Ofelia, “no estamos desprotegidas. Nos supimos organizar, y estamos seguras”, aunque desde hace unos dos años la inseguridad comenzó a crecer en la población: “Antes podíamos dejar las herramientas aquí tiradas, y no pasaba nada; ahora, hasta las vacas se andan robando y ya le pedimos al presidente que mande policías, principalmente los fines de semana, pero aún no vienen para acá” detalla.

Y así, sin ayuda de hombres, Ofelia, María, Rosa, Guadalupe y el resto de las mujeres continúa su vida: las que tienen familiares en el norte, a la espera de que lleguen en las próximas semanas, y las que tienen hijos ya crecidos, a punto de verlos partir al otro lado a buscar una oportunidad.

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