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Óscar Granados. Tomado de El País, 1°Dic 2014
Mildre quiere volver a 1996, el año en que Francisco, su marido, decidió hacer una pequeña maleta y cruzar la frontera rumbo a Estados Unidos. “Lo cambio todo por traerlo de vuelta, me ha dejado sola con cuatro hijos… él ya tiene otra familia en California”, dice esta mujer de 47 años que ve como Hoctún, un municipio de Yucatán (sureste mexicano) se vacía lentamente. La zona ha perdido más del 35% de su población en 15 años. La mayoría han sido hombres que van en busca del ansiado sueño americano.
UBELONG, una organización que gestiona programas de voluntariado, ha puesto el punto de mira en este sitio. “En México siempre se ha hablado de la migración del centro y norte del país, pero en los últimos años el fenómeno se ha trasladado al sureste”, dice Raúl Román, cofundador de la ONG. Durante su visita a Yucatán, 11 integrantes de UBELONG han recolectado historias como las de Mildre. “Hemos hablado con 40 familias que tienen a uno o más miembros buscando el sueño americano. Queremos contar lo que sucede con las personas que se quedan a la espera de que algún día vuelvan los suyos”, agrega. Al proyecto de la expedición —La inmigracion a través de la fotografía— se ha sumado Lonnie Schlein, veterano fotoperiodista del New York Times y ganador del Premio Pulitzer en 2002.
Mildre no solo ha sufrido el abandono de su marido. Mario, su hijo, se fue en el 2008 con 18 años. “Tú tampoco vas a regresar”, fue lo que le dijo antes de su partida. También en Hoctún, Celia Gil, de 44 años, y su hija Karime, de 26, tienen vidas paralelas. Sus parejas se marcharon a EE UU. Karime lo resume: “Cuando nuestros esposos se van todos tenemos esperanza de que vuelvan pronto. Pero casi nadie regresa. Mi marido fue en busca de un sueño, pero ese sueño terminó con su familia”.
EE UU es el país con el mayor número de inmigrantes del mundo. En 2013 acogía 45,8 millones, según datos de Naciones Unidas. Se estima que en 2013 residían en ese país más de 12 millones de mexicanos. Incluyendo a los de segunda y tercera generación, la cifra llega a 34,7 millones, de acuerdo con datos del Current Population Survey.
Pese a que Yucatán se ha caracterizado por su poca inmigración, sus pueblos empiezan a vaciarse, comenta Ángel Basto, subdirector de atención a migrantes del Instituto para el Desarrollo de la Cultura Maya. Las medidas adoptadas por Obama el 20 de noviembre —que pueden beneficiar a cinco millones de personas al recibir un permiso de residencia o de trabajo temporal y así dejar atrás la amenaza de la deportación— corrieron como la pólvora en el pueblo de Mildre. “La verdad, me gustaría que mi esposo y mi hijo se legalizaran”, comenta esta yucateca. “Es mejor que se queden ahí, porque volver sería muy difícil”. El fotógrafo Lonnie Schlein explica que este proyecto pretende aportar un grano de arena para que los estadounidenses sean menos hostiles hacia los migrantes. “La fotografía es un arma poderosa para conectar”, detalla.
La población yucateca que emigra es en su mayoría indígena, comenta Pedro Lewin, autor del libro Mayan Journeys: The New Migration from Yucatan to the US. El autor dice que este fenómeno ha traído beneficios —123 millones de dólares en 2013 (98,7 millones de euros al cambio actual) por el envío de remesas—, pero también acarrea un desgate. Por ejemplo, dejan de hablar maya y las familias se desintegran. Mildre conoce las dos caras. “Cuando se fue mi esposo teníamos una casita de paja, ahora vivimos bien, no nos quejamos, pero si hubiera sabido lo que iba a pasar preferiría comer ahora frijoles con tortillas”.