Julio Alejandro, Especial para La Jornada
Chicago, Illinois, 13 de abril
El Mariachi Vargas de Tecalitlán logró dos cambios importantes en la agenda cultural de Chicago con la presentación de Cruzar la cara de la luna, la primera "ópera mariachi" del mundo: que la emblemática Lyric Opera de esta ciudad rompiera 58 años de programación ajena al español y que también por primera ocasión la cartelera sea llevada fuera del majestuoso edificio de la Civic Opera House, para escenificar la singular pieza en la preparatoria Benito Juárez Academy.
Cruzar la cara de la luna se ha presentado en las principales salas de conciertos de Houston, San Diego y París; el pasado domingo 7 vino a Chicago. Once integrantes del Mariachi Vargas de Tecalitlán y ocho cantantes-actores representaron la historia de un joven michoacano que emigró a Texas mediante el programa agrícola binacional Bracero, en los años 40, y ahora se cuestiona sobre la verdadera identidad cultural de su familia y de su hogar.
Pieza para comunidades alejadas del arte
Lyric Unlimited, productora de Lyric Opera, intenta involucrar a comunidades alejadas de la ópera (mexicanas y afroestadunidenses principalmente) y por ello compartirá sus obras en escuelas, teatros y auditorios fuera de su icónico edificio, erigido en 1929, cuya cartelera ha sido históricamente la de más calidad en la ciudad y una de las mejores a escala mundial.
Anthony Freud, director general de esta compañía, confirmó lo anterior y añadió: "Estas funciones en Pilsen y Waukegan, barrio y ciudad conurbada, mayoritariamente mexicanas, son los primeros actos de su clase en la historia de Lyric que se ofrecen fuera de la Civic Opera House".
Jack Zimmerman, encargado de relaciones de la compañía y experto en música clásica, dijo que tal vez hace 40 o 50 años la compañía se presentó en México.
El elenco, compuesto por tres mexicanos, dos anglosajones, un colombiano, un salvadoreño, una latina y un niño, es prueba de esta iniciativa "multifacética", afirmaron. En la presentación resaltó la participación de David Moreno y César Jáuregui, dos texanos que se añadieron a los 11 miembros de Mariachi Vargas que habían viajado a Estados Unidos. Hijos de latinos, estos jóvenes texanos también pertenecen al reconocido Mariachi Aztlán UTPA, conjunto que se ha presentado en la Casa Blanca frente al presidente Barack Obama.
Inmigración e identidad
En la obra, que duró 75 minutos y fue recreada en 16 escenas, se interpretaron 15 canciones, que representan los problemas de la identidad binacional de la familia protagónica: "Esta es la historia de un niño que noche tras noche estaba sentado en su ventana para mirar al cielo, quería saber de dónde vinieron millones de mariposas (monarcas), de dónde vinieron, él las quería acompañar", son algunas de las frases usadas en esta obra.
El Mariachi Vargas de Tecalitlán se inspiró en sones, huapangos, boleros y rancheras para crear esta fusión de ópera. Sin embargo, algunos miembros de la élite conservadora musical de Chicago se encuentran preocupados por el impacto del peso demográfico latino en el arte local: no se deben auspiciar este tipo de "salsas telenovelescas" para intentar atraer a otros públicos o cambiar las costumbres, comentó Lawrence A. Johnson, del Chicago Classical Review.
Por otro lado, el crítico de arte del Chicago Tribune aplaudió la historia del inmigrante Laurentino, pues "promueve el entendimiento intercultural. Se acercó a la comunidad mexicana y latina mediante una forma de arte que muchos de ellos nunca habían experimentado". La contraparte del Chicago Sun-Times comentó: "Le falta sabor, pero es intrigante".
Esta obra será presentada, ahora con el mariachi Aztlán UTPA sustituyendo al Vargas de Tecalitlán, este 19 y 20 de abril en la preparatoria Benito Juárez Academy, ubicada en el barrio mexicano de Pilsen, y tendrá un costo de cinco dólares la entrada. Al día siguiente se presentará en el Genesee Theatre de Wuaukegan. Contará con seis violinistas, tres trompetistas, un guitarrista, un ejecutor de guitarrón, una vihuela y una arpa ad hoc del grupo.
El equipo de beisbol de Chicago, White Sox, la billonaria empresa mexicana Evans Food, cuatro familias de empresarios y otros nueve patrocinadores (McDonald’s, Quaker y Walgreens, entre ellos) contribuyeron a la creación de esta obra, que fue anunciada en reiteradas ocasiones en el Museo Nacional de Arte Mexicano, propiedad de Carlos Tortolero.