2.17.2013

'Penélopes', una mirada "desde otro ángulo" a la emigración andaluza

Braulio Ortiz Sevilla, para el Diario de Sevilla

 El comisario y crítico Juan-Ramón Barbancho (Hinojosa del Duque, Córdoba, 1964) siempre ha procurado que sus investigaciones y muestras no den la espalda a la vida, convencido de que el arte "permite a los autores convertir su obra en altavoz a través del cual se puede oír la voz de gente que habitualmente no se oye, o se oye de una manera sesgada". Así, este profesional cuya producción se ha especializado en vídeo y fotografía ha analizado cuestiones como la relación que la ciudad mantiene con sus habitantes o la perspectiva con que la creación artística ha tratado a colectivos apartados del discurso predominante como las mujeres o los homosexuales. Ahora, este experto propone "mirar desde otro ángulo" el asunto de la emigración en Penélopes. Guardianas de la memoria, un documental grabado en las sierras de Huelva y Córdoba que toma como protagonistas a las mujeres e hijas de quienes, concretamente en la década de los 70, dejaron su tierra para encontrar trabajo.



"La emigración se había contado miles de veces, hay películas y libros, pero siempre esos trabajos se centraban en lo mal que lo pasaron los que se fueron. Pero nunca se había narrado cómo vivieron esa situación las que se quedaron", asegura Barbancho, interesado por las circunstancias "particularmente difíciles" que tenían esas Penélopes que aguardaban el regreso de su cónyuge. "En esa época la mujer no existía jurídicamente. Ellas estaban tuteladas por el padre o por la pareja, no podían abrir una cuenta en el banco, no podían comprar nada... No eran nadie sin la figura masculina. Dos de las protagonistas que participan cuentan que no salían a ningún sitio sin su marido", recuerda el director de esta película realizada gracias al apoyo de Sierra Centro de Arte, en Huelva, y en el que colabora la residencia para artistas cordobesa La Fragua, una producción que ya se presentó en la Filmoteca de Andalucía y que sus responsables planean proyectar en el Instituto Cervantes de Berlín, "dado que la mayoría de los emigrantes de los que hablamos se fueron a Berlín". La narración demuestra a través de las cartas que se enviaban los matrimonios el poder que el hombre seguía ejerciendo en la distancia. "Hay un marido en particular que desde Holanda dirigía cómo matricular a los hijos en el colegio y hablar con los profesores. En un principio no tenía planteado introducir esas cartas, pero vi que ese material reflejaba muy bien cómo estando ausentes esos hombres seguían muy presentes en el funcionamiento de la casa", apunta Barbancho.

Los primeros testimonios del documental ya reflejan las dolorosas experiencias de estas heroínas. "El hombre mío se fue para un año y resulta que estuvo 33. Mi vida, ¿dónde está mi vida? Ya se me fue", lamenta Carmen Tapia, de Belalcázar, en Córdoba, una de las ocho mujeres -seis esposas y dos hijas de los emigrantes- entrevistadas en esta cinta. "Una de ellas", precisa Barbancho, "sí es una mujer preparada, pero la mayoría eran analfabetas o semianalfabetas, lo que agravaba esa situación de soledad. Aunque como se quejaba Escolástica, de Santa Ana la Real, tenían tanto que trabajar que no les daba tiempo a sentirse solas, liadas con el ganado, las cabras, la casa, los niños...". Pese a que era "una vida muy dura, no había agua en las casas y había que acercarse al pozo por ella o al río para lavar", a pesar de que la escasez de recursos convirtiera un simple Cola Cao en un privilegio, el autor de este proyecto ha pretendido "que el resultado final no fuera triste. Por ejemplo, me iban a presentar a una mujer a la que abandonó el marido, pero lo rechacé: no me interesaba contar una historia de mujeres abandonadas y hombres malos. De hecho, todas las mujeres hacen referencia a los regalos que enviaban los maridos, a lo buenos que eran como padres... La gente se iba lejos de la familia porque no había otra forma de sobrevivir. Simplemente, estaban en entornos rurales, y la agricultura no iba".

El mediometraje reivindica la dignidad de unos personajes aparentemente secundarios en la crónica de la Historia. "Eran mujeres muy valientes, con un coraje tremendo, como una de ellas, Elena, que se fue a Alemania a ver al marido sin saber casi hablar castellano y desde luego sin saber nada de alemán, que se confundió en el aeropuerto y estuvo dos días dando vueltas por ahí. Son luchadoras que de no haber tenido ese carácter no habrían salido adelante".

Barbancho, que ha editado recientemente el libro Conversaciones sobre arte, política y sociedad, defiende que "como escribí para una exposición que hice en Valencia, el arte del siglo XXI será social o no será. Todos los días estoy zarandeando a los artistas, no podemos estar sentados en nuestros estudios como en una torre de marfil. Tú no puedes pensar una cosa y luego crear bajo los postulados de otra, ahí hay una especie de bipolaridad", argumenta el investigador. "Cuando hablamos de dinero público es el dinero del público; si yo como comisario pido una ayuda al Gobierno para hacer determinado proyecto tengo que hacer que éste revierta en el bien de la comunidad. Y nos quejamos de que la gente no va a las exposiciones de arte contemporáneo, pero ¿le interesa a los creadores lo que le ocurre a la gente?", prosigue alguien que sostiene que "el arte siempre ha sido social y político. Cuando Napoleón III encarga al Barón Haussmann que remodele París, es el momento de las revoluciones sociales y las grandes avenidas ayudan a que el ejército salga y entre de la ciudad para disolver las manifestaciones".

El comisario observa con interés el regreso de Iniciarte, el programa de apoyo al arte contemporáneo de la Junta, aunque a su juicio "habría que apostar más por la inversión y no por la subvención. Cuando funcionaba, los artistas estaban contentos porque podían comprar materiales: bastidores, lienzos y botes de óleos. Pero eso no es apoyar la cultura, el camino se hace formando a los autores", manifiesta Barbancho, antes de concluir que la pintura contemporánea andaluza "goza de una salud excelente, pero aquí dentro. Hay autores muy buenos, pero algunos trabajan con un ideario que a mi parecer está algo desfasado en el contexto internacional".

2.12.2013

La semana pasada una gran parte de la clase política estadounidense se unió para apoyar un proyecto que urge desde hace años: una reforma migratoria



 Foto de Francisco Mata Rosas

Patrick Corcoran (tomado de Este País )

Obama trazó su propuesta el martes en un discurso en Las Vegas, un día antes, un grupo de ocho senadores –cuatro republicanos y cuatro demócratas– plantearon otra reforma muy parecida. Falta ver si la coalición se mantiene coherente mientras avanza el proyecto, pero la ausencia de reclamos de los republicanos más extremos, sobre todo en la Cámara de Representantes, ha sido muy notable. Todo indica que el partido en su conjunto está a favor de una reforma, cosa que da una revolución al escenario.
Los detalles aún no se han definido, pero el marco básico de una futura reforma incluye lo siguiente: una vía hacía la residencia legal y la ciudadanía para la gran mayoría de los 11 millones de indocumentados que ahora viven en Estados Unidos; un programa de trabajadores extranjeros para asegurar que las necesidades del mercado laboral se cumplan; un programa de verificación obligatoria, para que las empresas sepan que sus empleados tienen el derecho de trabajar; y un incremento en los esfuerzos para frenar el tráfico de indocumentados en la frontera.
El último punto es lamentable. Durante siglos, se ha demostrado de sobra que un control absoluto sobre la frontera no es viable. La distancia es demasiado larga, el terreno es demasiado duro, los huecos son inevitables. Además, casi la mitad de los indocumentados llegan legalmente como turistas, así que un muro electrizado de 100 metros de altura, de Tijuana a Matamoros, no detendría una gran parte del flujo migratorio. Redoblar los intentos a controlar lo incontrolable es una receta para frustración y desperdicio. Peor aún, la propuesta del Senado dice que no habría residencia ni ciudadanía para los indocumentados hasta que se logre un mayor control en la frontera, cosa que no es posible, por lo menos no en el sentido aplicado.
Sin embargo, después de años sin progreso legislativo en este tema, la aprobación de una reforma defectuosa contaría como un gran logro. Con esta sola excepción (y creo que finalmente se tendrá que matizar el control de la frontera como punto de partida), ahora tenemos las dos corrientes políticas en la misma sintonía en cuanto a la inmigración, y por lo tanto, el alcance de lo posible ya es muchísimo más.
El cambio que facilitó todo lo anterior viene de los republicanos. Desde la última reforma en 1986, pese a los esfuerzos de algunos líderes de la derecha, como George W. Bush y John McCain, la base electoral del partido se ha vuelto cada vez más hostil hacia los inmigrantes. Esta oposición al nivel más básico donde nació los Minuteman y donde opera el famoso Sheriff Joe, siempre ha sido suficiente para superar los intentos lanzados desde arriba.
Ya no. Una de las pocas lecciones que tomó el partido republicano de su derrota en noviembre es que no pueden competir por la presidencia mientras los latinos votan cada vez más por el partido contrario. Apenas 27% de los votantes latinos optaron por Romney, comparado con 31% que preferían a McCain en 2008, y 44% que votaron por Bush en 2004. Ya que los latinos forman el sector de la población de mayor crecimiento, tales estadísticas representan una catástrofe electoral.
En pocas palabras, el pragmatismo electoral de los republicanos dejará a los antiinmigrantes políticamente marginalizado por el futuro previsible, por lo menos a nivel nacional. Por lo mismo, la reforma es una vuelta hacia las mejores tradiciones del país, de dar la bienvenida a todos los que quieran trabajar y aportar a la sociedad. Económicamente, es una decisión facilísima. La reforma agregará competitividad a la economía, aumentará la recaudación, y liberará recursos gubernamentales. El gran miedo es que la llegada de cientos de miles de migrantes, muchos de ellos de países pobres, podría frenar el crecimiento de los salarios, sobre todo entre los ciudadanos más pobres. No obstante, como afirmó David Brooks el viernes pasado, un buen número de las investigaciones relevantes llegan a la conclusión de que la inmigración ha tenido un impacto escaso, o hasta positivo, sobre las ganancias de los estadounidenses. En fin, todos ganamos.
Es una lástima que su actitud hacia los hispanos es la única parte de su agenda tradicional que los republicanos han querido volver a evaluar después de la derrota de noviembre; siguen aferrados a sus posiciones extremas sobre el cambio climático, los impuestos, y la venta de armas. Pero en al menos un tema muy importante, ellos han moderado sus creencias, y la consecuencia de su nueva moderación puede facilitar la vida de millones.